En el camino hacia la neutralidad climática en 2050, el transporte de mercancías, a media y larga distancia, representa uno de los grandes retos que aún no hemos afrontado con la ambición necesaria. Si de verdad queremos avanzar hacia una economía sostenible, eficiente y equitativa, debemos mirar de frente a este sector, que hoy sigue anclado en una dependencia casi total del diésel y con niveles de electrificación y cambio modal claramente insuficientes.
En España, el transporte es el principal emisor de gases de efecto invernadero, responsable del 29,3% del total de emisiones en 2022. De estas, más del 94% provienen del transporte por carretera y cerca del 45% corresponde al transporte de mercancías. Es decir, este segmento por sí solo genera más del 13% de las emisiones del país. En contraste, la media europea de emisiones asociadas al transporte es del 23%, lo que revela un preocupante retraso estructural en la transformación del modelo logístico español.
Apenas un 4-5% del transporte terrestre de mercancías en nuestro país se realiza por ferrocarril, frente al 18% de media en la Unión Europea y más del 30% en países como Austria o Suiza. Esta brecha no solo es climática, también estratégica: es una oportunidad de transformación que no estamos sabiendo aprovechar. Para alcanzar la descarbonización total del transporte de mercancías en 2050 no basta con un simple reemplazo tecnológico. Sustituir un camión diésel por uno eléctrico no resolverá el problema, es necesaria una transformación estructural del sistema logístico y energético y actuar en múltiples frentes, de forma coordinada y ambiciosa.
Cómo impulsar la transformación del transporte de mercancías
En primer lugar, la electricidad es una tecnología viable, tanto para la distribución urbana como para las rutas de media y larga distancia. Con el desarrollo de infraestructuras de recarga adecuadas y ayudas para la adquisición de vehículos, esta opción puede escalar rápidamente. La clave está en desplegar una red de puntos de recarga de alta potencia, bien conectada con los principales corredores logísticos del país, asegurando que los transportistas tengan acceso a la energía en los lugares adecuados.
Las autopistas ferroviarias deben ser una prioridad de inversión
Segundo, el ferrocarril debe convertirse en la columna vertebral del transporte limpio. Las autopistas ferroviarias -corredores que permiten cargar camiones completos en trenes para recorrer largas distancias- deben ser una prioridad de inversión. La planificación actual ya prevé mejoras con financiación europea, aunque muchas infraestructuras no estarán operativas hasta 2026. Para que este impulso tenga éxito, es imprescindible fomentar nodos logísticos, terminales intermodales y, sobre todo, incentivar la participación del cliente final, porque si este no apuesta por el ferrocarril, la infraestructura no se utilizará.
En tercer lugar, los combustibles alternativos jugarán un papel importante en los sectores en los que la electrificación es más difícil, como el marítimo y el aéreo. El hidrógeno renovable, los electrocombustibles y los biocombustibles avanzados pueden cubrir estos nichos. España, con su capacidad de generar electricidad renovable barata a gran escala, podría tener un papel destacado en su desarrollo. En aviación, los biocombustibles pueden ser una solución transitoria mientras las tecnologías sintéticas maduran.
Además, un modelo intermodal solo será posible si logramos una verdadera integración entre operadores, plataformas y administraciones. La digitalización, la interoperabilidad y una normativa adecuada son esenciales para optimizar rutas, mejorar la trazabilidad y fomentar la coordinación logística. Pero, nada de esto funcionará si no se solucionan las barreras estructurales y normativas que siguen dificultando la transición.
La digitalización, la interoperabilidad y la normativa son esenciales para optimizar rutas
La infraestructura energética y ferroviaria necesita planificación a largo plazo y financiación estable. Las pequeñas empresas logísticas, que constituyen el grueso del sector en España, necesitan incentivos, ayudas para la renovación de flotas y un marco fiscal que premie las opciones limpias.
El papel de la fiscalidad verde
En este sentido, la fiscalidad verde debe desempeñar un papel clave. Propuestas como gravar el CO₂ de forma efectiva, establecer incentivos fiscales estables para la compra de vehículos bajos en emisiones o eliminar las ventajas fiscales al gasóleo son urgentes. Hoy en día, el 99% del transporte de mercancías en España sigue dependiendo del diésel y no hay una legislación suficientemente exigente que empuje al sector a abandonar esta dependencia. Por eso, más allá de la tecnología, necesitamos una política clara, coherente y sostenida en el tiempo.
Pero, para el horizonte 2050, no podemos enfocarnos en la neutralidad tecnológica, pues no todas las tecnologías son igual de eficientes ni sostenibles, y esta neutralidad solo dilata decisiones clave. La electrificación directa es la tecnología más eficiente, ya disponible, y donde la electrificación no sea viable, como en la aviación o el transporte marítimo, debemos apostar por el desarrollo de electrocombustibles y, en menor medida y como solución transitoria, por los biocombustibles avanzados.
La planificación debe centrarse en tecnologías eficientes, maduras y escalables, priorizando siempre aquellas soluciones que maximicen el ahorro energético y la descarbonización real del sistema.
La planificación debe priorizar soluciones que maximicen la descarbonización real del sistema
También es imprescindible garantizar una transición justa. Si queremos que los pequeños transportistas participen necesitamos ayudas concretas, seguridad regulatoria y certidumbre fiscal. No podemos pedir a nadie que asuma costes que no puede afrontar, pero sí podemos diseñar un sistema que reparta mejor los costes y beneficios de la transición.
El reto es inmenso, pero también la oportunidad. No estamos ante un simple problema técnico, sino ante una encrucijada estratégica que definirá nuestro futuro económico, ambiental y social. El transporte de mercancías no puede ser el último en transformarse. Tiene que ser uno de los primeros, porque solo así construiremos un sistema descarbonizado, eficiente, multimodal e inclusivo. Ese es el camino y cuanto antes empecemos a recorrerlo con decisión, mejor para todos.