Esto es lo que pasa cuando un coche eléctrico o híbrido llega al desguace

Explicamos el proceso de reciclaje, reutilización y final de los coches híbridos y eléctricos en los desguaces autorizados (CATV): desde la descontaminación de líquidos y desmontaje de baterías hasta obtener el certificado de destrucción.

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Los centros de tratamiento aplican procesos específicos para gestionar adecuadamente los vehículos híbridos y eléctricos.
13/06/2025 14:07
Actualizado a 13/06/2025 19:40

Los desguaces certificados (Centros Autorizados de Tratamiento de Vehículos, CATV), ocupan un papel esencial en la economía circular. Son los encargados de gestionar los coches, entre ellos los híbridos y eléctricos. Estos centros cuentan con la autorización de la Agencia de Medio Ambiente para descontaminar adecuadamente vehículos al final de su vida útil, retirando aceites, líquidos y componentes peligrosos según la normativa vigente. Solo ellos pueden emitir el certificado de destrucción, un documento legal imprescindible que confirma la baja definitiva del coche en la Dirección General de Tráfico (DGT) y exonera al propietario de cualquier obligación futura.

El procedimiento funciona de este modo: una vez entregado el vehículo, el CATV lo descontamina, retira las piezas reutilizables, y lo envía a procesamiento, que incluye trituración y reciclaje de materiales. A continuación, facilita el certificado de destrucción al propietario y comunica la baja definitiva a la DGT, liberándole de responsabilidades. Además, envía la notificación correspondiente por correo electrónico o postal. Así, lo que antes se limitaba al desguace tradicional se ha convertido en un proceso legal y medioambientalmente responsable.

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Los componentes se separan para reutilizarlos o reciclarlos.

La ‘muerte’ de un coche híbrido o eléctrico en un desguace

Los coches híbridos y eléctricos exigen un tratamiento especializado que maximice la recuperación de materiales y minimice el impacto ambiental.

El proceso comienza en la puerta del CATV, donde cada unidad recibe un código de identificación que garantiza su trazabilidad hasta la baja definitiva en la DGT. Antes de romper el primer tornillo, los técnicos proceden a la descontaminación: extraen aceites, refrigerantes y líquidos de frenos, evitando así la liberación de sustancias tóxicas. Acto seguido, se desmontan los componentes más delicados: batería, motor eléctrico y elementos electrónicos. Cada pieza se aísla para su posterior tratamiento, reduciendo riesgos y facilitando la recuperación de materia prima.

La verdadera revolución ocurre al triturar las baterías, donde se separan metales críticos —litio, cobalto, níquel y manganeso, en el caso de baterías NCM— que vuelven a la cadena de valor industrial. Gracias a este método, se reduce drásticamente la necesidad de explotar nuevos yacimientos, una operación costosa y contaminante.

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La batería es uno de los elementos que más se controla en un CATV.

Al mismo tiempo, los plásticos de carrocería y habitáculo se clasifican por polímero y color, encaminándose a procesos de reprocesado que les otorgan una segunda vida. Neumáticos, cristales y metales —acero, aluminio y cobre— siguen rutas específicas en plantas especializadas. Sólo los residuos sin valor de reciclaje terminan en vertedero, y siempre bajo estricto control normativo.

Este modelo de gestión no solo aporta beneficios ecológicos: la reutilización de materiales evita emisiones equivalentes a años de uso de un automóvil convencional, mejora la seguridad jurídica del propietario y, en muchos casos, permite acceder a ayudas del Plan Moves III.

El verdadero reto, sin embargo, radica en la complejidad tecnológica. La diversidad de químicas de baterías obliga a los CATV a invertir en infraestructuras avanzadas y personal altamente cualificado. Además, la logística de recoger, transportar y almacenar baterías agotadas acarrea costes adicionales que, por ahora, encarecen ligeramente el servicio.

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Los CATV, antiguos desguaces, van más allá de la destrucción de los coches.

La cadena del reciclaje

No obstante, la tendencia es a la baja: a medida que crece el volumen de eléctricos llegando a su fin de vida, se desarrollan economías de escala y surgen incentivos para modernizar y ampliar la capacidad de tratamiento. De hecho, algunas baterías con un 70–80 % de capacidad restante hallan un nuevo uso en instalaciones de almacenamiento estacionario o como apoyo a centrales fotovoltaicas, prolongando su vida útil antes de su reciclaje final.

Para los conductores, llevar su coche electrificado al CATV ofrece la tranquilidad de cumplir con la normativa y el compromiso de contribuir a un sistema más sostenible. Además, estos centros se encargan de gestionar la documentación necesaria para tramitar la baja definitiva y, si corresponde, facilitar la obtención de las bonificaciones públicas.

El desguace de vehículos híbridos y eléctricos va más allá de la simple descontaminación: es un engranaje esencial que cierra el ciclo de vida del automóvil, devuelve recursos estratégicos a la industria y refuerza el camino hacia la descarbonización. A medida que la red de CATV evolucione y las tecnologías de reciclaje se perfeccionen, España contará con una infraestructura capaz de absorber el creciente flujo de vehículos electrificados y asegurar que, incluso al final de su vida, un coche siga siendo un recurso valioso para todos.