El dopaje en el ciclismo ha evolucionado con el tiempo. Si bien el uso de sustancias prohibidas ha sido una preocupación constante, en los últimos años ha surgido el concepto de "dopaje tecnológico". Este término se refiere al uso de dispositivos mecánicos, como motores eléctricos ocultos, para mejorar el rendimiento de los ciclistas sin ser detectados.
El ciclista estadounidense Lance Armstrong dominó el Tour de Francia entre 1999 y 2005. Todo el mundo sabe que fue despojado de sus siete títulos por un dopaje que él mismo confesó. Lo que no es tan conocido es que también se enfrentó a varias acusaciones por sospechas de haber utilizado un motor eléctrico oculto en su bicicleta durante algunas etapas de la prestigiosa carrera.

Las acusaciones contra Armstrong
En 2016, la Unión Ciclista Internacional (UCI) sancionó por primera vez a una ciclista, Femke Van den Driessche, por utilizar un motor oculto en su bicicleta durante una competición. Este caso marcó un precedente y puso en alerta a las autoridades sobre la posibilidad de que otros ciclistas pudieran estar utilizando tecnologías similares.
Jean-Pierre Verdy, exdirector de la Agencia Antidopaje Francesa, ha afirmado en su libro "Ma guerre contre les tricheurs" que Armstrong podría haber utilizado un motor eléctrico oculto en su bicicleta durante el Tour de Francia. Verdy sostiene que recibió información de diversas fuentes que apuntaban a esta posibilidad, aunque reconoce que no cuenta con pruebas concluyentes.
Según las especulaciones, el motor estaría oculto en el eje del pedalier y alimentado por una batería camuflada en el bidón de agua. Este sistema permitiría al ciclista recibir asistencia adicional en momentos clave de la carrera, especialmente en ascensos pronunciados o sprints finales.
Hasta el momento, Lance Armstrong no ha respondido públicamente a estas acusaciones. En el pasado, el ciclista negó repetidamente haber utilizado sustancias prohibidas, hasta que en 2013 admitió en una entrevista con Oprah Winfrey que había recurrido al dopaje durante su carrera. Esta confesión llevó a la UCI a despojarlo de sus títulos y a imponerle una suspensión de por vida.
" Toi aussi, caresse-toi la fesse gauche en pédalant, tu moulineras plus vite".
— 🅰ntoine VAYER 📸🖋️ (@festinaboy) April 9, 2021
🗣Lance Armstrong 1998 🗓
" You too, stroke your left buttock while pedaling, you will reel faster ". pic.twitter.com/PiyWrolRy1
Implicaciones para el ciclismo profesional
Las acusaciones de dopaje tecnológico plantean serias preocupaciones para el ciclismo profesional. La posibilidad de que ciclistas utilicen dispositivos ocultos para mejorar su rendimiento socava la integridad del deporte y plantea desafíos para las autoridades encargadas de hacer cumplir las normas.
La UCI ha intensificado sus esfuerzos para detectar el dopaje tecnológico, implementando controles más rigurosos y utilizando tecnologías avanzadas para inspeccionar las bicicletas. Sin embargo, la sofisticación de los dispositivos y la creatividad de quienes buscan eludir las reglas hacen que esta tarea sea cada vez más compleja.

Lance Armstrong fue una figura emblemática del ciclismo, admirado por su capacidad para superar el cáncer y lograr hazañas deportivas impresionantes. Sin embargo, las revelaciones sobre su dopaje han empañado su legado y generado un debate sobre la ética en el deporte.
Las acusaciones de dopaje tecnológico, aunque no confirmadas, añaden otra capa de controversia a su historia. Si se llegara a demostrar que utilizó un motor oculto en su bicicleta, esto podría tener implicaciones significativas para su reputación y para la percepción del ciclismo en general.
¿Podría colarse una bicicleta eléctrica en el próximo Tour de Francia?
La Unión Ciclista Internacional (UCI) lleva años trabajando para evitarlo. Antes del Tour de Francia 2022, la UCI presentó un renovado protocolo de inspección que combina tecnologías avanzadas y estrictos controles diarios para detectar posibles casos de dopaje mecánico. Estos motores pueden esconderse dentro de los tubos del cuadro de la bicicleta y accionarse mediante discretos botones que se comunican de forma inalámbrica, pasando desapercibidos a simple vista.
La UCI cuenta principalmente con dos herramientas clave para detectar trampas tecnológicas: las tabletas magnéticas y las cabinas móviles de rayos X.
Las tabletas magnéticas, que se utilizan desde 2016 permiten localizar piezas sospechosas en el interior del cuadro, como motores eléctricos o sistemas de transmisión añadidos. Las cabinas móviles de rayos X son una tecnología más avanzada que se introdujo en 2018. Basadas en sistemas de retrodispersión y transmisión, similares a los utilizados en los escáneres de seguridad de los aeropuertos, permiten obtener imágenes detalladas del interior de la bicicleta en solo unos minutos.
Cada día, antes del inicio de la etapa, el comisario técnico de la UCI inspecciona todas las bicicletas que tomarán la salida. Este primer control se realiza con las tabletas magnéticas para descartar posibles elementos irregulares. Pero no acaba ahí. Al final de cada jornada, se someten a controles exhaustivos las bicicletas de los ganadores de etapa, los líderes de cada clasificación y entre tres y cuatro corredores seleccionados al azar. Además, si durante la etapa algún ciclista presenta un comportamiento inusual, como realizar múltiples cambios de bicicleta sin una razón evidente, sus bicicletas también son inspeccionadas.

Una vez cruzada la línea de meta, las bicicletas seleccionadas son etiquetadas y pasan al control técnico. Las cabinas de rayos X permiten obtener imágenes de alta resolución del interior del cuadro en apenas cinco minutos, asegurando que no haya ningún motor ni dispositivo oculto.
La tecnología de retrodispersión ofrece imágenes instantáneas de las zonas inspeccionadas, mientras que la tecnología de transmisión permite enviar estas imágenes en tiempo real a los comisarios de la UCI para una evaluación precisa. Si en algún caso persisten las dudas, los comisarios tienen la potestad de solicitar el desmontaje completo de la bicicleta para un análisis más profundo.