El sector automovilístico vive una transformación acelerada: entre 2023 y 2024, las ventas globales de vehículos eléctricos crecieron un 25%, alcanzando 17,1 millones de unidades. Especialmente en China, el líder mundial, las matriculaciones aumentaron un 40% gracias a incentivos estatales y mayor interés del consumidor. En EE. UU., aunque el crecimiento se moderó, representaron más del 20% de las ventas en 2024, con pronósticos de un mercado eléctrico que superará los 200 000 millones de dólares en una década
Al albor de esta coyuntura, muchas empresas han crecido de manera súbita, como es el caso de Canoo. La startup con sede en Torrance (California) nació con la ambición de ser la “Tesla de las furgonetas”, se declaró en quiebra bajo el Capítulo 7 del código de quiebras de EE. UU. La acumulación de deudas insostenibles y su fracaso para atraer inversiones clave no le han dejado otra salida.

De Evelozcity a Canoo: nacer con ambición
La compañía se fundó en 2017 bajo el nombre de Evelozcity, impulsada por Stefan Krause (ex-CFO de Deutsche Bank) y Ulrich Kranz (exdirectivo de BMW). En marzo de 2019 adoptó la marca Canoo y, en septiembre de ese año, reveló su primer prototipo: un monovolumen eléctrico modular diseñado para flotas y servicios de reparto. La visión era ofrecer un ‘skateboard’ (una plataforma eléctrica modular y transformable, muy versátil, que permitiera crear furgonetas, microbuses o vehículos de reparto según las necesidades.
En febrero de 2020, Hyundai Motor Group acordó colaborar con Canoo durante cinco años, invirtiendo 87 millones de dólares para desarrollar conjuntamente una plataforma eléctrica escalable. Ese mismo año, Canoo completó su fusión con la SPAC Hennessy Capital Acquisition Corp IV y debutó en el Nasdaq bajo el símbolo GOEV, con una valoración aproximada de 2 400 millones de dólares. No obstante, en marzo de 2021 Hyundai puso fin a la colaboración, lo que marcó el inicio de presiones financieras para Canoo.

Contratiempos financieros y colaboraciones destacadas
Los elevados costes de I+D y un mercado ultracompetitivo dificultaron la viabilidad de Canoo, similar a otras startups de movilidad eléctrica. Pese a ello, la firma cerró acuerdos de prestigio: la NASA le adjudicó en abril 2022 el contrato para fabricar tres vehículos de transporte de tripulación (CTV) para el programa Artemis, valorado en 147 855 dólares. Además, Canoo firmó pedidos con Walmart, USPS y otras flotas corporativas, aunque las entregas reales nunca alcanzaron la producción masiva.
El 17 de enero de 2025, Canoo presentó voluntariamente el Capítulo 7 en el Tribunal de Bancarrota de Delaware, cesó operaciones al instante y confió en un síndico para liquidar sus activos. Con pasivos estimados en 164 millones de dólares y activos valorados en 126 millones, los accionistas retiraron su respaldo al abrir el Nasdaq el lunes siguiente. Un comité designado por el tribunal gestionará la disolución y el reparto de fondos a los acreedores; solo un inversor de última hora, como los que se especularon (por ejemplo, Apple en 2020), podría alterar este desenlace.

Aunque Canoo no ha sobrevivido, el impulso hacia el transporte limpio sigue imparable. Fabricantes consolidados (Tesla, Volkswagen, BYD) y startups bien capitalizadas (Rivian, Lucid) amplían sus gamas eléctricas y aumentan inversiones en I+D. La infraestructura de recarga se expande y las regulaciones medioambientales favorecen modelos cero emisiones.