Elon Musk, figura central en la movilidad eléctrica, es el CEO de Tesla y uno de los empresarios tecnológicos más influyentes del mundo. Paralelamente, dirige SpaceX y promueve proyectos de inteligencia artificial (IA) y comunicaciones avanzada. Sundar Pichai, al frente de Alphabet y Google. Gestiona una de las infraestructuras tecnológicas más grandes del planeta, clave para el desarrollo de IA, servicios en la nube y plataformas que millones usan a diario. Mark Zuckerberg continúa como CEO de Meta, compañía que controla Facebook, Instagram y WhatsApp, consolidando un imperio basado en la comunicación global y la economía de datos.
Jeff Bezos creó Amazon en los años noventa y transformó un pequeño portal de venta de libros en un gigante logístico y digital que redefine el comercio electrónico, el almacenamiento en la nube y la automatización. Su incursión en el ámbito aeroespacial con Blue Origin refuerza su perfil como inversor en tecnologías de futuro. Bill Gates fue pionero del software doméstico al fundar Microsoft y abrir el camino hacia la informática personal y empresarial. Aunque ya retirado de la gestión diaria, mantiene una enorme influencia global a través de su labor filantrópica en proyectos relacionados con salud, educación y transición tecnológica.
El incesante ajuste de plantillas
Ahora, la industria tecnológica atraviesa un nuevo ciclo de reestructuraciones masivas que, este otoño, apuntan de nuevo a decenas de miles de despidos. El fenómeno, lejos de ser un episodio aislado, se consolida como una tendencia recurrente, incluso cuando las grandes firmas del sector engordan sus beneficios gracias al auge de la inteligencia artificial.
El ajuste comenzó en 2024, un año en el que se documentaron al menos 95.000 despidos en grandes empresas tecnológicas estadounidenses. Pero la ola no amainó en 2025. Por ejemplo, Amazon habría descartado hasta 14.000 empleos corporativos, una medida que podría ascender hasta los 30.000 puestos, afectando sobre todo a divisiones como AWS, retail tech y funciones administrativas.
Por su parte, Microsoft ha protagonizado múltiples rondas de despidos durante el año. En mayo, la firma recortó unos 6.000 puestos, y en julio eliminó otros 9.100, afectando sobre todo a sus divisiones de ingeniería, videojuegos y productos.
Mientras tanto, la matriz de Google, Alphabet, optó por despidos selectivos en áreas como Cloud, Android, Pixel y otros departamentos corporativos. También recortó bruscamente cerca del 35 % de sus puestos directivos, para intentar aligerar su estructura organizativa.
Aunque otras compañías como Meta o incluso Tesla han reaccionado con ajustes más comedidos tras recortes masivos en años previos, el patrón de fondo persiste: una industria que se redimensiona, perfilando sus plantillas hacia áreas con mayor valor en la nueva economía digital impulsada por la IA.
Los argumentos: eficiencia, automatización e IA
Las empresas implicadas argumentan que estos recortes responden a la necesidad de adaptarse a un nuevo paradigma: los avances en IA y automatización permiten optimizar procesos, eliminar redundancias y generar mayor productividad por empleado. El desajuste habría comenzado con una “sobrecontratación postpandémica”, cuando la demanda de servicios digitales se disparó, y las compañías inflaron sus plantillas. Esa expansión ya no resulta sostenible.
Al mismo tiempo, las empresas están reorientando su capital hacia inversiones intensivas: centros de datos, infraestructura para IA, chips, automatización y servicios cloud. Sectores en plena euforia bursátil que prometen altos retornos, lo que justifica para los directivos una concentración del gasto y del empleo en estas áreas de alto valor añadido.
Riqueza récord para unos, despidos para otros
El giro hacia la IA y los mercados en alza ha elevado de forma notable las fortunas de los fundadores y máximos ejecutivos de estas empresas. Según el índice Bloomberg Billionaires Index, figuras prominentes como Elon Musk o Jeff Bezos se mueven ya en un rango de patrimonio que ronda los cientos de miles de millones de dólares.
En concreto, los paquetes de compensación de los CEO han alcanzado cifras estratosféricas. Por ejemplo, en 2024 el máximo responsable de Amazon percibió unos 40,1 millones de dólares, impulsados sobre todo por la revalorización de sus acciones.
Para muchos empleados afectados, el mensaje resulta duro: mientras sus empleos desaparecen bajo la promesa de eficiencia o reorientación estratégica, los directivos incrementan su patrimonio sin precedentes. Esa dualidad ha generado un profundo malestar social y cuestionamientos sobre la coherencia de estas estrategias.
Este patrón de ajustes y concentración de riqueza llama la atención no sólo por sus consecuencias laborales, sino por lo que revela del modelo de crecimiento de las grandes tecnológicas. La automatización impulsada por la IA parece reconfigurar la estructura misma de empleo, priorizando la eficiencia y la escalabilidad a costa de la estabilidad laboral.
El giro actual del sector tecnológico evidencia un pulso desigual: por un lado, innovación, eficiencia y avances en IA; por otro, precariedad laboral y desigualdad creciente. Mientras directivos y fundadores elevan su patrimonio gracias al boom bursátil, miles de trabajadores pierden su empleo en procesos que muchas veces parecen irreversibles.