La industria automotriz europea atraviesa uno de los momentos más inciertos de su historia reciente. Entre objetivos climáticos cada vez más exigentes, un mercado que avanza más lento de lo previsto y el empuje de fabricantes chinos de vehículos eléctricos, los fabricantes alertan: Europa necesita un plan realista y coherente si quiere conservar su capacidad industrial y evitar una pérdida estructural de empleo. Esta es la conclusión que saca Jim Farley, CEO de Ford, en el texto que ha publicado en Financial Times.
Normas exigentes y una demanda que no despega
La Comisión Europea prepara una nueva revisión de sus políticas de emisiones, que en los últimos años han impulsado una transición acelerada hacia el coche eléctrico. Sin embargo, el entusiasmo regulatorio no ha ido acompañado del mismo ritmo en las ventas. La penetración de los coches eléctricos en la UE se mantiene en niveles inferiores a los necesarios para cumplir los objetivos fijados para mediados de la década, señala Farley.

A esto se suma la creciente complejidad regulatoria en distintos países. Algunos gobiernos ofrecen ayudas a la compra mientras, en paralelo, aplican nuevas tasas a los propietarios de vehículos eléctricos. Para los consumidores, señales contradictorias que generan confusión y frenan decisiones de compra. Para la industria, una inestabilidad que dificulta planificar inversiones multimillonarias en ingeniería, producción y cadenas de suministro.
Competencia china: precios agresivos y capacidad excedentaria
Mientras Europa ajusta sus políticas, los fabricantes chinos avanzan con rapidez. Con una capacidad de producción sobredimensionada y fuertes apoyos estatales, las marcas asiáticas han multiplicado su presencia en el mercado europeo. Sus modelos eléctricos llegan a precios muy competitivos, erosionando la participación de los fabricantes locales, especialmente en los segmentos de acceso, según indica en su publicación el CEO de Ford.
El riesgo para la industria europea no es solo comercial: la pérdida de cuota de mercado amenaza con acelerar cierres de plantas y recortes de empleo. En los últimos años, la producción de vehículos en la UE ha caído varios millones de unidades respecto a los niveles anteriores a la pandemia, y el sector ya ha sufrido decenas de miles de despidos.
Los fabricantes piden un "reinicio" regulatorio

Lejos de reclamar proteccionismo, los fabricantes europeos (y en este caso Farley) insisten en la necesidad de un marco regulatorio estable a una década vista que permita planificar inversiones sin sobresaltos. Abogan por una transición progresiva que combine coches eléctricos e híbridos, evitando obligar a los consumidores a dar un salto que aún no consideran viable por precio, autonomía o infraestructura de recarga insuficiente.
También reclaman incentivos alineados con los objetivos climáticos y un despliegue más homogéneo de puntos de carga, especialmente fuera de las grandes ciudades. En sectores como el de las furgonetas y vehículos comerciales, claves para pymes y autónomos, las exigencias actuales se consideran especialmente difíciles de cumplir.
Europa ante una elección estratégica
La industria del automóvil ha sido durante más de un siglo un pilar económico y social del continente. Hoy, los fabricantes alertan de que la transición energética corre el riesgo de convertirse en una desindustrialización acelerada si no se corrigen las señales políticas.
Europa se encuentra ante una disyuntiva: o redefine su hoja de ruta para combinar ambición climática con realismo económico, o corre el riesgo de ceder protagonismo industrial a terceros países y convertir su mercado en un receptor de importaciones en lugar de un motor global de innovación, apunta Jim Farley.