El 12 de mayo de 2022 pasó a ser una fecha histórica en la Unión Europea. Aquél día la Comisión Europea aprobó la prohibición de venta de vehículos diésel y gasolina a partir de 2035. Con una fecha objetivo excesivamente ambiciosa, todos los pasos dados por la industria durante los últimos tres años y medio han girado en torno a aquella decisión política que quedó ratificada apenas un par de meses más tarde. Ahora, Europa busca dar marcha atrás. La Comisión ha decidido posponer el anuncio de un nuevo plan. Un nuevo retraso del que dependen todas las partes implicadas en el proceso, desde gobiernos hasta fabricantes, pasando por los conductores.
Es, sin duda, la decisión más importante a la que se enfrenta la cada vez más débil industria automovilística europea. Tal y como se acordó en 2022, a mediados de 2026 debía revisarse si se estaban cumpliendo los plazos estipulados en el acuerdo continental. Hoy, el coche eléctrico es una realidad continental, pero sus ventas no han alcanzado el punto esperado. Cada vez hay más vehículos de batería circulando por nuestras carreteras, pero el porcentaje de coches eléctricos es muy inferior al esperado. Incluso las marcas han tenido que reconducir sus estrategias. Muchas habían anunciado ambiciosos planes de electrificación que son incapaces de cumplir.

Europa busca un nuevo rumbo frente al imparable avance de las marcas chinas
Hace semanas que las cámaras de representantes de Europa son un hervidero de actividad y rumores. Todo el mundo da por hecho que la Comisión Europea tumbará la normativa de 2035. Se podrán seguir vendiendo y comprando coches con motor de combustión a partir del 1 de enero de 2035, pero salvo ese detalle (bastante importante) no sabemos qué otras medidas tomará la cámara alta. En un principio las medidas deberían haberse anunciado el día 10 de diciembre, pero Europa ha decidido retrasar la publicación de la nueva hoja de ruta hasta el día 16 de diciembre. Todavía hay flecos y acuerdos que concretar.
Algunos funcionarios de la UE sugirieron que las propuestas automotrices podrían retrasarse aún más, hasta 2026. Guido Guidesi, ministro de desarrollo económico de la región de Lombardía, dependiente de la industria automotriz de Italia, dijo que eso simplemente crearía más incertidumbre para los fabricantes de automóviles. “Más aplazamientos y demoras son inaceptables, porque se nos ha acabado el tiempo: millones de empleos e industrias enteras están en riesgo”, dijo en un comunicado. Europa tiembla ante el avance de las marcas chinas, cada vez más presentes en la región. Compañías como BYD o MG han demostrado que la fidelidad del conductor europeo frente a marcas europeas es cada vez menor.

Las marcas ya han mostrado su rechazo absoluto a la prohibición de 2035, tanto a nivel comercial (ventas) como a nivel laboral (trabajadores). De seguir adelante con la normativa se podrían en riesgo cientos de miles de puestos de trabajo por todo el continente. La industria automotriz europea dice que necesita esta flexibilidad para hacer frente a unas ventas de vehículos eléctricos más lentas de lo esperado y a la feroz competencia de China. Pero debilitar la política podría obstaculizar los objetivos climáticos de la UE, ya que significa que más automóviles emisores de CO2 permanecerán en las carreteras de Europa en 2050, cuando la UE se ha comprometido a alcanzar emisiones netas cero en toda su economía.