Cuando hablamos de sostenibilidad en el ámbito portuario, tanto en puertos comerciales como deportivos, lo primero que suele venirnos a la cabeza son acciones relacionadas con la preservación del entorno y el medio ambiente, como el control de las emisiones de CO₂, la reducción del impacto sobre los ecosistemas marinos o la aplicación de buenas prácticas ambientales para minimizar los efectos de la actividad portuaria sobre el entorno natural y urbano que rodea al puerto.
Y es lógico que sea así, ya que estos objetivos siguen siendo esenciales para garantizar una gestión responsable de los puertos en un mundo que ya no puede permitirse ignorar el cambio climático.
Sin embargo, hoy este enfoque resulta incompleto. El contexto energético actual, marcado por unos costes cada vez más elevados y por una demanda que crece de forma sostenida, nos obliga a ampliar la mirada. Ya no basta con reducir el impacto ambiental directo: es necesario incorporar la gestión energética como un elemento central dentro de la visión de sostenibilidad de las instalaciones portuarias. Y esto no es simplemente una cuestión técnica o de mejora de eficiencia. Es, de hecho, una cuestión estratégica.
Algunos ejemplos concretos
Esta gestión energética empieza a hacerse visible en acciones concretas en muchos puertos comerciales. En los últimos años, se han puesto en marcha diversos proyectos con el objetivo de que las grandes embarcaciones puedan recibir electricidad directamente desde tierra mientras están amarradas en los muelles. Un ejemplo es el proyecto que está desarrollando el Puerto de Barcelona, bajo el nombre de Nexigen.
El objetivo es electrificar los muelles para que las embarcaciones puedan conectarse a la red eléctrica y dejen de depender de los generadores auxiliares que funcionan con gasóleo. Este sistema, conocido como OPS (Onshore Power Supply), representa una apuesta clara por reducir las emisiones contaminantes, mejorar la calidad del aire en los entornos urbanos del puerto y avanzar hacia la neutralidad climática antes de 2050.
El objetivo es electrificar los muelles para que las embarcaciones dejen de depender de generadores de gasóleo
El caso de los puertos deportivos
En cambio, en los puertos deportivos la situación es diferente. La mayoría de las embarcaciones ya se conectan a la red eléctrica cuando están en el muelle y, por tanto, las emisiones estacionarias son mucho más bajas. El reto aquí no es tanto de presente como de futuro.
Todo apunta a que, en los próximos años, una buena parte de la flota —especialmente la de pequeña y mediana eslora— dará el paso de los motores de combustión a los motores eléctricos. Además, muchos de los vehículos de los usuarios de estos puertos también serán eléctricos. Esta doble electrificación cambiará profundamente el perfil de la demanda energética de los puertos deportivos.
Y con esta previsión sobre la mesa, en un escenario en el que se vaticina un crecimiento significativo y sostenido de la demanda eléctrica en este tipo de instalaciones portuarias, la gran pregunta que se plantea el sector es: ¿vale la pena invertir ahora en infraestructuras para dar servicio a vehículos y embarcaciones eléctricas, cuando estos aún representan una minoría de los usuarios de estas instalaciones? La respuesta debería ser clara: sí. Y la razón es que los puertos deportivos no deberían centrarse tanto en la demanda actual como en anticipar cuáles serán sus necesidades energéticas en los próximos años.
Los puertos deportivos no deben centrarse tanto en la demanda actual como en anticipar las necesidades energéticas futuras
Un proceso de transición energética
Y para poder anticipar con acierto estas futuras necesidades energéticas, es fundamental entender bien el momento en el que nos encontramos. Estamos inmersos en un proceso de transición energética que está transformando a gran velocidad la manera en que consumimos y producimos energía en todo el mundo.
En los últimos años, los costes energéticos se han encarecido, y todo indica que se mantendrán elevados tanto a corto como a medio plazo. Y eso no es casual. La demanda de energía, especialmente de electricidad, no deja de crecer. Y los motivos son claros: sustituimos el gas y el gasóleo por sistemas eléctricos en calefacción y climatización, cada vez hay más vehículos eléctricos y aparecen nuevos grandes consumidores, como los centros de datos y la inteligencia artificial, que año tras año consumen más electricidad.
En este contexto, empezar ahora la transición energética en los puertos no es adelantarse, es asegurar el futuro. Es garantizar que dispondrán de suficiente energía a un precio asequible y, al mismo tiempo, proteger la viabilidad económica y competitiva de los puertos deportivos a corto plazo.
Arrancar ahora la transición energética en los puertos es garantizar que dispondrán de suficiente energía a un precio asequible
Una nueva definición de puerto energéticamente sostenible
Ante este nuevo escenario, surge la necesidad de definir con claridad cuál debe ser el modelo energético de los puertos en los próximos años. Un modelo que se ajuste a los nuevos hábitos de consumo energético y asegure la sostenibilidad económica y técnica de los puertos en el futuro.
Por ello, desde la Comisión de Puertos Energéticamente Sostenibles de la ANBE hemos iniciado un proceso de reflexión estratégica con el objetivo de establecer unas bases claras, conceptuales y prácticas, que definan qué debe entenderse por un puerto energéticamente sostenible. Esta iniciativa responde a la necesidad de ofrecer una guía útil y estructurada para ayudar a los gestores, especialmente de los puertos deportivos, a orientar la evolución de sus instalaciones, procesos y sistemas de gestión energética en los años venideros.
A partir de este enfoque, podemos definir que un puerto energéticamente sostenible es aquel que ha sabido adaptar sus infraestructuras, servicios y operaciones para alcanzar una alta eficiencia energética, reducir de manera significativa las emisiones contaminantes y, sobre todo, gestionar con inteligencia y criterio los recursos energéticos de los que dispone.
Ahora bien, llegar hasta aquí exige entender el espíritu de esta definición. Y esto significa que el conjunto de acciones que los puertos deberán llevar a cabo en los años venideros debe ir mucho más allá del simple objetivo de reducir la huella de carbono. Significa iniciar una transformación profunda, y sostenida en el tiempo, en la manera en que entendemos y gestionamos la energía dentro de los puertos.
No es solo una mejora tecnológica o una cuestión de ahorro, sino un cambio estructural que afecta al conjunto del sistema. Ya que la transición energética en la que nos encontramos se trata de una verdadera revolución, y como toda revolución, requiere decisiones valientes. Y como dos faros que nos muestran el camino a seguir, en el centro de este cambio hay dos conceptos clave: la capacidad de generar energía propia y la habilidad para gestionarla de manera flexible y eficiente.
En el centro de la transición energética hay dos conceptos: la capacidad de generar energía propia y la habilidad para gestionarla
Superando el enfoque ambiental
Este nuevo enfoque representa un cambio de paradigma que supera con creces el enfoque ambiental con el que, hasta ahora, se habían planteado muchas reformas en materia de energía. Porque ahora ya no se trata solo de ser más eficientes o de emitir menos. Ahora se trata, sobre todo, de gestionar la energía como un recurso estratégico, con una mirada económica, tecnológica y operativa de largo recorrido. Todo ello con un objetivo de fondo de reducir al máximo la dependencia energética externa, dentro de las posibilidades reales de cada instalación.
Con esta perspectiva, hay que asumir que la transición energética de los puertos no se puede hacer, ni se debe hacer, de un día para otro. Será un proceso gradual, que requerirá inversiones a lo largo de los próximos años, ajustadas en cada caso a las características y posibilidades específicas de cada puerto, que permitan adaptar progresivamente las instalaciones eléctricas a las nuevas necesidades energéticas y garantizar la competitividad económica de la instalación portuaria.
Solo así los puertos estarán realmente preparados para adaptarse, a lo largo de la próxima década, al nuevo marco energético que se está configurando de manera acelerada como consecuencia del proceso de transición energética que vivimos hoy.
Y para llevar a cabo este proceso de transición, hay un aspecto clave que no podemos perder de vista, y es el hecho de que los puertos no pueden condicionar su calendario de inversiones a la presencia actual de vehículos o embarcaciones eléctricas. La transición energética debe comenzar hoy mismo. Y debe hacerlo con un primer objetivo muy claro: alcanzar el máximo grado de autosuficiencia energética posible en cada instalación, y comenzar a reducir, ya desde ahora, sus costos energéticos actuales.
Si se pospone la decisión de iniciar este proceso hasta que haya una presencia masiva de embarcaciones y vehículos eléctricos, se llegará tarde. Ya que cuando eso ocurra, esta nueva flota exigirá un servicio energético completamente diferente del que hoy se ofrece a las embarcaciones convencionales con motor de combustión.
Debe haber un plan sólido que mantenga el equilibrio entre sostenibilidad, eficiencia operativa y competitividad económica.
En definitiva, se trata de comenzar a construir un nuevo modelo energético portuario. Un modelo que ya no entiende la energía como un simple suministro externo y pasivo, sino como un activo estratégico que hay que saber generar, gestionar y consumir con inteligencia, en función de la demanda de cada momento. Y este modelo solo será posible si detrás hay un plan de explotación sólido, capaz de garantizar la viabilidad y la resiliencia del puerto ante los desafíos energéticos que ya tenemos sobre la mesa, y los que vendrán. Un plan que mantenga el equilibrio entre sostenibilidad, eficiencia operativa y competitividad económica.