En una entrevista con Reuters realizada en Barcelona, Stefan Hartung, presidente del consejo de administración de Bosch, lanzó una advertencia clara: Europa corre el riesgo de estrangular su potencial tecnológico. Hartung sostiene que el continente está “regulándose hasta la muerte”, y ironizó al decir que “la inteligencia artificial no puede regularse como una aspiradora”. Su mensaje es inequívoco: si la Unión Europea prioriza la normativa sin construir antes un ecosistema competitivo, podría quedarse fuera de la carrera mundial por liderar la inteligencia artificial.
Europa ya dispone de la AI Act, la primera regulación integral sobre Inteligencia Artificial, lo que Hartung considera una buena base. Sin embargo, el directivo denuncia que dicha iniciativa no está acompañada de subsidios estratégicos, inversión masiva ni políticas activas de impulso.

Más que normativas, Europa necesita acelerar la tecnología
Mientras tanto, Estados Unidos y China lideran la investigación, el desarrollo y el despliegue tecnológico. Europeos como Hartung reclaman ahora medidas complementarias: incentivos a la empresa, programas estatales de fomento y entornos regulatorios flexibles (los llamados sandboxes) que permitan experimentar sin asfixiarse bajo burocracia.
Hartung deja claro que no se opone a un marco ético ni jurídico que regule la Inteligencia Artificial. Lo que rechaza es que esa regulación llegue antes que el progreso: “Regular está bien, pero regular antes de innovar es como poner el freno de mano antes de arrancar el coche”. Este desequilibrio, sostiene, podría privar a la Unión Europea de su participación en el nuevo orden tecnológico emergente
Desde su trinchera en Bosch, compañía que lidera la transformación digital y que ha destinado 10.000 millones de euros en 2024-2026 a inteligencia artificial y semiconductores, Hartung señala que la industria no puede asumir sola esta carga. La apuesta industrial debe ir acompañada de una visión institucional clara: apoyo público, financiación inteligente y, sobre todo, adaptabilidad normativa. Solo así podrá Europa conservar su relevancia tecnológica.
La inteligencia artificial se está integrando cada vez más en vehículos, desde sistemas de conducción autónoma hasta optimización energética. Si Europa se niega a innovar con agilidad, podría perder ventaja estratégica también en el sector de la automoción del futuro.

Europa tiene un dilema y se está pegando un tiro en el pie
El mensaje de Hartung resuena en círculos empresariales: se trata de no sacrificar competitividad en nombre de valores que, si bien esenciales, requieren contexto y ritmo. El camino ideal consiste en equilibrar regulación y estímulo, garantizando la seguridad sin sacrificar la capacidad de respuesta.
Un reciente informe del European AI Observatory reveló que menos del 10% de las startups europeas de Inteligencia Artificial han escalado de forma significativa, frente al 40% en EE.UU. y el 30% en China. A ello se suma la fuga de talento hacia ecosistemas más dinámicos y menos regulados. La paradoja cobra sentido: Europa pretende ser líder ético, pero podría perder posición en el centro del desarrollo tecnológico si no corrige el rumbo.
La advertencia de Bosch no es un aviso menor: es una llamada a la acción. Europa necesita alzar la vista y reconocer que no bastan buenas intenciones. Se precisa crear un modelo de innovación que combine garantías legales con incentivos claros, flexibilidad normativa y visión de futuro. Solo así podrá competir con mercados donde la Inteligencia Artificial ya está operando en modo acelerado.