Un motor eléctrico convierte la energía eléctrica almacenada en la batería del vehículo en energía mecánica para mover las ruedas. Su funcionamiento se basa en principios electromagnéticos: cuando una corriente eléctrica atraviesa las bobinas del estátor, se genera un campo magnético que interactúa con el rotor, provocando su giro. Este movimiento se transmite a las ruedas mediante una transmisión sencilla, ya que, a diferencia de los motores de combustión, no necesita una caja de cambios. Además, la entrega de par es instantánea, lo que permite acelerar con rapidez desde parado y de forma suave. Durante la frenada regenerativa, el proceso se invierte: el rotor, movido por la inercia del vehículo, actúa como generador y devuelve electricidad a la batería.
En los coches eléctricos modernos se emplean principalmente tres tipos de motores: asíncronos o de inducción, síncronos de imanes permanentes y de reluctancia variable. Cada uno presenta ventajas y desventajas en términos de eficiencia, coste y mantenimiento. Los de imanes permanentes, por ejemplo, ofrecen gran densidad de potencia y alta eficiencia, pero requieren materiales como el neodimio, cuyo suministro es limitado y encarece la producción. Los motores de inducción, más robustos y económicos, son habituales en modelos que priorizan la fiabilidad. La gestión electrónica es clave en todos ellos: un inversor controla el flujo de corriente y ajusta la velocidad de giro con precisión, optimizando el rendimiento y garantizando una conducción silenciosa y libre de vibraciones.

Tipos principales de motores eléctricos
Incluso por encima de la batería, que es componente más caro, el motor es el corazón de los vehículos eléctricos. Desempeña un doble papel: propulsar el coche y, durante el frenado regenerativo, actuar como generador de energía para recargar la batería. Gracias a una elevada eficiencia, puede convertir hasta el 90% de la energía eléctrica en movimiento. Un porcentaje que está muy por encima del aproximadamente 30% que logran los motores de combustión. Esta eficiencia redunda en más autonomía y menor coste operativo.
Un motor eléctrico entrega su par máximo desde parado, proporcionando una aceleración inmediata y sin necesidad de caja de cambios. Esto se traduce en una conducción ágil, especialmente en ciudad, sin vibraciones ni cambios de régimen que lleguen a ser percibidas en el interior del habitáculo.
Un motor eléctrico tiene muchas menos piezas móviles que uno de combustión.
En cifras aproximadas:
- Motor eléctrico: suele tener unas 20 piezas móviles o menos, contando el rotor, rodamientos, carcasa y algunos componentes auxiliares. El núcleo del sistema es muy simple: un estátor fijo, un rotor que gira y el sistema de refrigeración y control.
- Motor de combustión interna: puede tener más de 200 piezas móviles, incluyendo pistones, bielas, cigüeñal, válvulas, árbol de levas, bombas, engranajes, correas y numerosos sistemas auxiliares (inyección, lubricación, escape).
Esta gran diferencia explica por qué los motores eléctricos requieren menos mantenimiento, generan menos fricción y, en general, tienen mayor fiabilidad a largo plazo.
Los principales tipos son:
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Motor asíncrono o de inducción
No utiliza imanes: el campo magnético del estátor induce corrientes en el rotor (jaula de ardilla). Es robusto, económico y de fácil control, aunque menos eficiente debido a pérdidas por inducción y calor. -
Motor síncrono de imanes permanentes (PMSM)
Utiliza imanes de tierras raras (neodimio) en el rotor que sincronizan con el campo del estátor. Son compactos, ligeros, muy eficientes (hasta aproximadamente un 93%) y con gran densidad de potencia. Pero los imanes encarecen la fabricación y tienen impacto ambiental. -
Motor síncrono de reluctancia variable (SRM)
Ni imanes ni inducción: el rotor se alinea por sí solo con el campo magnético alternante. Combina eficiencia elevada y menor coste, aunque es menos eficiente a bajas revoluciones y puede ser más ruidoso. -
Motor sin escobillas de imanes permanentes (brushless)
Utilizado en híbridos y micromovilidad. Es un derivado de motores síncronos, con gran robustez, ausencia de mantenimiento y bajo ruido, aunque de menor potencia y más costoso.
Comparativa técnica en cifras
Tipo de motor | Eficiencia típica | Ventajas principales | Inconvenientes principales |
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Inducción (asincrónico) | ~85% | Barato, robusto y sencillo de controlar | Menor eficiencia, mayor tamaño y generación de calor |
Imanes permanentes (PMSM) | ~93% | Compacto, muy eficiente y alta densidad de potencia | Más caro; uso de tierras raras con impacto ambiental |
Reluctancia variable | Intermedia | Buen compromiso entre coste y eficiencia; sin imanes | Menor eficiencia a bajas rpm y puede ser más ruidoso |
Brushless (sin escobillas) | Alta (varía según aplicación) | Silencioso, sin mantenimiento, fiabilidad en híbridos y micromovilidad | Menor potencia en aplicaciones grandes; coste relativamente elevado |

Eficiencia, consumo y autonomía: ¿qué motor elegir?
La eficiencia energética de un motor eléctrico suele situarse entre el 85% y el 95%. Esto impacta directamente en la autonomía real del vehículo, donde incluso una diferencia del 9% puede suponer decenas de kilómetros extras por cada recarga.
- Para altos volúmenes y robustez: motores de inducción, fáciles de controlar y económicos.
- Para máxima eficiencia y rendimiento: PMSM, ideales en coches eléctricos premium y deportivos.
- Para equilibrio coste-eficiencia: reluctancia variable.
- Para híbridos y micromovilidad: motores brushless, silenciosos y fiables.
El motor eléctrico no solo destaca por su rendimiento, sino también por su eficiencia, mantenimiento reducido y capacidad regenerativa que maximiza la autonomía. La elección entre inducción, imanes permanentes, reluctancia o sistemas brushless dependerá del equilibrio buscado entre coste, eficiencia, potencia y aplicaciones específicas, un aspecto clave para comprender el presente y futuro de la movilidad eléctrica.