Una innovación que cambia las bicicletas eléctricas: no hay baterías ni enchufes, pero esta tecnología mantiene la asistencia al pedaleo

PI-POP sustituye la batería por supercondensadores que se recargan de manera inmediata mientras se pedalea sin esfuerzo y devuelven la energía cuando hace falta.

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Aunque lo parezca, la PI-POP no lleva baterías.
25/11/2025 16:00
Actualizado a 25/11/2025 16:00

La evolución de las bicicletas eléctricas ha estado marcada por una búsqueda constante de eficiencia, autonomía y accesibilidad. Desde los primeros modelos, pesados y con motores poco refinados, hasta las actuales e-bikes con asistencia inteligente, el sector ha vivido una transformación acelerada impulsada por la movilidad urbana sostenible.

Las primeras generaciones dependían de baterías voluminosas y con una vida útil limitada, lo que hacía que su adopción fuese lenta. Con el paso del tiempo, el avance de las baterías de iones de litio ha permitido diseños más ligeros, mayor capacidad de almacenamiento y un rendimiento mucho más estable. Hoy, las bicicletas eléctricas forman parte del paisaje urbano en Europa, se integran en servicios de alquiler y ofrecen experiencias de conducción cada vez más cercanas a las de un vehículo tradicional, pero con un impacto medioambiental notablemente menor.

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Los supercondensadores se cargan mientras se pedalea en zonas ‘fáciles’ y liberan la energía en el momento necesario.

Una ‘gran invento’ con algunas limitaciones que salva esta tecnología

Sin embargo, la recarga continúa siendo el gran punto de fricción para muchos usuarios. Aunque las baterías modernas han mejorado en rapidez y durabilidad, la necesidad de conectar la bicicleta a un enchufe sigue condicionando el uso diario, especialmente en viviendas sin garaje o sin un lugar seguro donde cargarla.

Esta dependencia de la recarga limita, en parte, la promesa de movilidad totalmente libre y espontánea que muchos usuarios buscan en la bicicleta eléctrica.

La empresa francesa STEE, liderada por el emprendedor Adrien Lelièvre, ha presentado una propuesta que rompe el molde habitual: la bicicleta eléctrica Pi-Pop, diseñada sin batería convencional y con un sistema de supercondensadores para almacenar energía.

El secreto de la Pi-Pop reside en sus supercondensadores: dispositivos electrostáticos capaces de almacenar carga con rapidez y liberarla de inmediato. A diferencia de una batería de litio, que utiliza reacciones químicas para retener energía, estos componentes acumulan electricidad basándose en la propia dinámica de la bicicleta (pedaleo, frenada regenerativa y el impulso natural del ciclista) para ofrecer asistencia eléctrica cuando más se necesita. Luego, la liberan para asistir al motor en momentos críticos, como subidas o arrancadas.

Según Lelièvre, el sistema de regeneración está calibrado para ofrecer asistencia en pendientes de hasta 50 metros de desnivel, siempre que el supercondensador se haya “cargado” previamente en una zona llana. Esa capacidad lo convierte en una solución aplicable al 80 % de las ciudades europeas, según sus estimaciones.

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Creadores de la bicicleta eléctrica PI-POP.

Durabilidad y ventajas medioambientales

El diseño de la Pi-Pop está inspirado en la ligereza: pesa apenas 20 kg, y su fabricación evita el uso de tierras raras. Los supercondensadores están construidos con materiales reciclables como carbono, polímero conductor, aluminio y pulpa, todos ellos con procesos de reciclaje ya existentes.

Además, su vida útil se estima entre 10 y 15 años, muy por encima de los 5-6 años típicos de las baterías de litio. Otro punto destacado: no es necesario enchufarla para cargar; al fin y al cabo, la propia conducción genera la energía.

La Pi-Pop se monta en Orléans (Francia), un aspecto que para Lelièvre adquiere gran importancia: “no podemos innovar si perdemos el control de la producción”, ha declarado.

Actualmente, la planta produce 100 bicicletas al mes, y la meta para 2024 es alcanzar las 1.000 unidades mensuales. Para ello, la empresa ya está en conversaciones para levantar fondos, especialmente de cara a su expansión al mercado europeo en 2025.

No es una bicicleta para terrenos extremos ni para largas rutas montañosas. Su punto ideal es la ciudad, con pendientes moderadas de hasta un 10 % y rutas mixtas con frenadas regenerativas. Con un motor de 250 W, la asistencia es capaz de alcanzar los 25 km/h, en línea con la normativa europea para bicicletas eléctricas de categoría.

En cuanto a cifras y posicionamiento comercial, la PIP-POP se sitúa en un segmento intermedio-alto. El precio anunciado ronda los 2.600–2.700 euros, según comparativas con alternativas convencionales, lo que la coloca por encima de muchas bicicletas eléctricas sencillas pero por debajo de soluciones de gama alta con baterías de gran capacidad. El equilibrio entre coste, prestaciones reales de asistencia y la percepción de “no depender del enchufe” será clave para su aceptación masiva.

Retos por superar

Pese a sus virtudes, el sistema basado en supercondensadores tiene limitaciones. Su densidad energética es significativamente menor que la de una batería de litio, lo que puede traducirse en menos potencia continuada o dificultad para afrontar pendientes prolongadas. Esto exige optimizar la electrónica de control, el software de gestión y el diseño mecánico para que la ayuda eléctrica aparezca en el momento justo y no genere frustración.

Además, aunque STEE destaca la ausencia de tierras raras en sus condensadores, algunas voces han cuestionado si otros componentes de la bicicleta, como el motor, no contienen imanes basados en materiales delicados desde el punto de vista medioambiental.

Por otro lado, la regeneración depende de la conducción (frenadas, bajadas y pedaleo llano, por lo que en rutas monótonas, sin variaciones de pendiente, su eficacia puede reducirse.

La gran pregunta es si esta tecnología podrá competir con las e-bikes tradicionales de batería en términos de experiencia de uso y escalabilidad. Su éxito dependerá en gran medida de si las expectativas ambientales, de autonomía y de rendimiento se ajustan a la realidad del día a día.