Con 150.000 coches vendidos a sus espaldas, este veterano empresario asegura que “a partir de 2030 los coches combustión serán residuales”

Nacido en Córdoba y valenciano de adopción, Manuel Palma, con más de 40 años de experiencia en la venta de coches, augura el fin de la combustión y reclama eléctricos más baratos y con mayor autonomía.

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El empresario asegura que, en los próximos años, el mercado dará el salto definitivo hacia el coche eléctrico.
07/11/2025 18:00
Actualizado a 07/11/2025 18:00

Manuel Palma, empresario valenciano con una trayectoria de décadas en la distribución, vuelve a poner el foco en la electrificación con una afirmación tajante: “a partir de la década de 2030, las ventas de coches térmicos serán residuales”. Palma, que ha vendido más de 150.000 vehículos y ha gestionado hasta doce concesionarios, sitúa la resolución del comprador en la experiencia de uso.

Quien prueba un eléctrico descubre que son “silenciosos, fáciles de usar y con menores costes de mantenimiento” y rara vez regresa al motor de combustión. Sus declaraciones vienen acompañadas de una recomendación práctica: los eléctricos deben abaratarse y ofrecer mayor autonomía para acelerar esa transición.

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Manuel Palma acumula más de 150.000 unidades vendidas a través de su red de 12 concesionarios.

La experiencia es un grado

El diagnóstico de Palma no nace en el aire. La industria experimenta una transformación que combina presión regulatoria, mejor oferta técnica y cambios en la demanda. No obstante, la velocidad del cambio no es lineal: hay fabricantes que mantienen el motor térmico como opción para ciertos mercados y segmentos, mientras que otros apuestan de forma decidida por coches eléctricos puros.

Palma subraya una doble condición para que la masificación sea real: reducción de precios y baterías con más alcance, factores que, según él, decidirán qué marcas sobreviven en la nueva era. Su visión es optimista para el vehículo eléctrico si se materializan esas dos variables, y advierte que las empresas que no se adapten podrían quedar fuera del mercado.

Las palabras del empresario contienen un mensaje tranquilizador y práctico a la vez. Tranquilizador porque la experiencia cotidiana con un eléctrico (menor coste operativo, ausencia de vibraciones y mejor respuesta instantánea) crea adherencia. Práctico porque el reto real sigue siendo económico y logístico: redes de recarga, tiempo de recarga y precio del coche.

Palma defiende que el mercado se moverá por costes totales de uso y por sensaciones de conducción; en ese sentido, el eléctrico, bien planteado, ofrece argumentos imbatibles. Si los precios caen y las autonomías crecen con rapidez, la percepción del público cambiará aún más deprisa.

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Palma está convencido de que la transición hacia la movilidad eléctrica no tiene marcha atrás.

El pronóstico del empresario también abre una lectura estratégica para la industria y los responsables políticos. Para acelerar el punto de inflexión que plantea, Palma hacen falta decisiones que combinen incentivos (subvenciones, fiscales o de recarga) con medidas de mercado: facilitar la producción local de baterías, impulsar estaciones de carga pública y acelerar la renovación del parque.

Además, las propias marcas podrán jugar con gamas mixtas (eléctricos, híbridos e híbridos enchufables) durante la transición, pero la dirección del sector parece clara: menos motores térmicos como núcleo de la oferta y más soluciones eléctricas en todos los segmentos. Esa transición, sostiene Palma, no sólo reducirá emisiones, sino que alterará cadenas de valor, redes de servicio y hábitos de movilidad.

La predicción de Manuel Palma es una apuesta fundada en la observación del mercado y la experiencia del cliente. Si los fabricantes, las administraciones y los distribuidores alinean incentivos, tecnología y precios, el resultado podría ser una adopción masiva en menos tiempo del previsto por algunos analistas.