Un reciente video de un conocido divulgador sobre el automóvil difundido en la red social TikTok ha vuelto a poner en cuestión la conveniencia de comprar un coche eléctrico. Su advertencia hace hincapié en que, al llegar al final de la garantía, la sustitución de la batería puede costar entre 10.000 y 15.000 euros, lo que, según afirma, convierte la compra en un riesgo económico si se planea mantener el vehículo más de ocho o diez años.
Sin embargo, desde la perspectiva de la movilidad eléctrica, muchas de las objeciones habituales pueden amortiguarse o incluso convertirse en ventajas, especialmente cuando se analiza el ciclo de vida completo del vehículo, su uso habitual y los beneficios sociales y ambientales que aporta.

Ahorro real en uso y mantenimiento
El argumento del vídeo de ‘Garaje Hermético’ reconoce un hecho: el coste por kilómetro de un eléctrico es sustancialmente inferior al de un vehículo de combustión. Él mismo cita un coste aproximado de 2,70 € por cada 100 km frente a los 10 € en un modelo de gasolina. Esta diferencia se confirma en diversos estudios y guías sobre movilidad: los eléctricos reducen entre un 40 % y un 54 % los costes de mantenimiento respecto a equivalentes de combustión, al carecer de elementos sujetos a desgaste frecuente como embragues, filtros, escapes o cambios de aceite.
Además, gracias a sistemas como el frenado regenerativo, las pastillas de freno y otros componentes sufren menos desgaste.
Así, incluso si la batería necesita reemplazo más allá del periodo garantizado, el menor gasto operativo podría compensar parte de esa inversión extra.
Impacto ambiental y eficiencia energética
Más allá del bolsillo, el coche eléctrico ofrece una ventaja difícil de ignorar: su huella ambiental es mucho menor que la de un vehículo de combustión durante su vida útil. Un reciente análisis del International Council on Clean Transportation (ICCT) afirmaba que los eléctricos nuevos en Europa generan hasta un 73 % menos de gases de efecto invernadero a lo largo de su ciclo de vida que un coche de gasolina equivalente.
Esto implica menos emisiones locales de CO₂, óxidos de nitrógeno y partículas contaminantes, y por tanto una calidad de aire mejor en entornos urbanos, además de contribuir a la lucha contra el cambio climático.
Si la electricidad procede de fuentes renovables, una tendencia creciente en España y Europa, los beneficios aumentan con el tiempo: cuanto más limpia y eficiente sea la red, más ventajas ambientales reales obtendrá el propietario.
Conducción eficiente y confortable
Los vehículos eléctricos no solo reducen costes: también ofrecen ventajas en comportamiento, comodidad y practicidad, tal y como afirma un fabricante tan importante como BYD. Entrega instantánea de par motor desde el arranque, conducción silenciosa, ausencia de vibraciones y un centro de gravedad bajo que mejora la estabilidad: todo esto resulta en una experiencia diaria más suave y cómoda.
Para aquellos que hacen trayectos urbanos, viajes cortos o desplazamientos frecuentes, un eléctrico puede resultar ideal. Incluso en trayectos medios, la combinación de autonomía razonable con una red de recarga cada vez más extensa facilita su uso.
El ‘demonio’ del coche eléctrico: sustitución de la batería
El temor a la degradación de la batería y su coste de reposición ha sido un argumento frecuente al que se agarra el escepticismo. Pero limitar el debate a ese punto, sin considerar ahorro, eficiencia, mantenimiento y externalidades, genera una visión parcial.
La realidad es que muchas baterías mantienen niveles aceptables de autonomía más allá del periodo de garantía, y la rápida mejora tecnológica en química, gestión térmica y reciclaje augura baterías más duraderas, económicas y sostenibles en los próximos años. Tal y como afirma Hyundai, incluso en un escenario conservador, el coste total de propiedad (combustible + mantenimiento + posibles ayudas públicas o incentivos fiscales) puede dejar a un eléctrico en una posición muy competitiva frente a un coche de combustión.
Una decisión que depende del uso
Si la conducción se centra en ciudad, desplazamientos diarios, trayectos periódicos o uso intensivo urbano/semiurbano, un coche eléctrico representa hoy una apuesta sensata: ahorro, comodidad, respeto al medio ambiente y menor mantenimiento. Para quienes buscan robustez, simplicidad de uso y reducción de gastos recurrentes, la elección está clara.
Para trayectos muy largos y frecuentes, aún hay que planificar recargas, pero la evolución de la red y la llegada de vehículos con mayor autonomía suavizan esa desventaja.
Las advertencias sobre baterías y devaluación futura no deben ocultar las ventajas tangibles de los vehículos eléctricos. A día de hoy, ofrecen un ahorro real en combustible y mantenimiento, una conducción más cómoda y eficiente, y un impacto ambiental sustancialmente menor, especialmente si la electricidad proviene de fuentes limpias.
Si se valora la sostenibilidad, la economía a largo plazo y la sencillez de uso, el coche eléctrico ya no es una apuesta de futuro: es una opción racional hoy. Y quien lo elija puede estar contribuyendo de manera real a reducir la huella ecológica sin renunciar a la practicidad ni al confort.