La reciente ratificación por parte del Parlamento Europeo de la prohibición de vender coches de combustión para el 2035 anticipa el boom de la movilidad eléctrica que vamos a vivir en los próximos años. Un boom que inevitablemente impulsará el crecimiento exponencial de uno de sus elementos más importantes, la batería. Y que, a su vez, también conllevará dos amenazas: una sobreexplotación de sus componentes (especialmente el litio, el níquel y el cobalto) y una avalancha de residuos peligrosos que es necesario gestionar.
Según la definición de USABC (US Advance Battery Consortium), el fin de vida de una batería se define como una caída de un 20% de la capacidad de la misma desde su capacidad nominal. O dicho en términos profanos, una vez que una batería se retira del automóvil, sigue teniendo una disponibilidad de energía del 80%, lo que permite su aplicación en otros usos menos exigentes, como acumuladores de energía fotovoltaica, soporte de infraestructuras de recarga, cargadores portátiles o baterías de vehículos eléctricos de menor potencia (lanchas, elevadoras, cuadriciclos...)
Son las llamadas baterías de segunda vida de las que hablamos hace unos días. Un mercado al alza que promete convertirse en un sector en si mismo con un potencial de 8.000 millones de euros.
Pero, ¿qué ocurre con las baterías muertas?
Cuando en una batería hay pérdida de líquido, golpes estructurales o deterioro claro, decimos que estamos ante una batería muerta. Es decir, una batería que no se puede recuperar. ¿Qué ocurre con ellas? Van a reciclaje. ¿Por qué? Además de por una necesidad de eliminar residuos tóxicos, porque de ellas se pueden extraer las tierras raras, el aluminio, los metales. Son componentes que es factible extraer y desagregar para su reaprovechamiento: desde la cápsula de aluminio, hasta las tierras raras y el litio.
Cuando en una batería hay pérdida de líquido, golpes estructurales o deterioro claro, decimos que estamos ante una batería muerta
China cuenta con más del 80% de la capacidad mundial del reciclaje de baterías, no en vano es el país donde más tiempo llevan circulando los coches eléctricos y donde más chatarra de este tipo hay. Pero, ¿qué pasa con España?
Según un informe de Recyclia, "la actividad vinculada con el reciclaje de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, así como de pilas, se estima que contribuyó a generar en torno a 1.230 millones de euros de valor añadido bruto (VAB) en la economía española en 2021, que son los últimos datos disponibles".
Plantas de reciclaje en España
En España, hay pocas plantas de reciclaje de baterías de litio. Una de las más importantes es Novolitio que ha unido a Sertego (como parte de Urbaser) y a Endesa. “A Sertego le interesa por la parte de circularidad, de segunda vida, y a Endesa porque así puede reutilizar las instalaciones de la central térmica de Cubillos, que ha tenido que cerrar”, explica Toni Massot, responsable del proyecto Novolitio por parte de Sertego. “En España no hay tratamiento y dependemos de las plantas de tratamiento de Europa. Con lo cual están saturadas y con tarifas que oscilan. De ahí la necesidad de poner en marcha una planta como esta. Tenemos que ser capaces de reutilizar y reciclar los materiales que fabricamos para poder seguir teniendo nuestro nivel de bienestar y funcionalidad", explica.
La capacidad de la planta de Novolitio alcanza las 25.000 toneladas al año y pueden reciclar hasta el 85% de los materiales de la batería: desde la estructura metálica, el cobre, la química (níquel, cobalto), el cableado, la electrónica.
La otra planta que está trabajando en la parte de reciclaje es Minería Urbana, en Segovia. “Minería urbana buscar dar una segunda vida a los metales y minerales que consumimos en las ciudades a través de los móviles, aparatos electrónicos y vehículos eléctricos. Nace como negocio, pero también para dar un asolución ecológica a estos mineras estrategícos y reducir la dependencia de terceros países. El cobalto por ejemplo viene mayoritariamente de la República Democrática del Congo. El Níquel procede de Rusia. Y el Litio. del área de Atacama. Son materiales necesarios para la electromovilidad, pero también para el cambio generacional de la fotovoltaica”, explica Julián Bermejo, gerente y cofundador de Minería Urbana.
El trabajo en una planta de reciclaje consiste en descargar la batería, desagregar los componentes y transformar los minerales en masa negra
Esta compañía se creó en 2019 porque “vimos por dónde iba la tendencia del reciclaje de minerales. Hay que dar salida a un residuo peligroso. En España somos la única planta de reciclaje con las dos autorizaciones: la R12 y la R14, es decir, para el acondicionamiento previo a la valoración y para la preparación para la reutilización. Hemos crecido exponencialmente. Empezamos con 5 toneladas al mes y ahora ya estamos reciclando 20 toneladas y esperamos alcanzar al final de año las 40 toneladas mensuales. Nos encargamos de todas las baterías eléctricas, de ordenadores, de aparatos médicos, de herramientas eléctricas, de vehículos. Hay partes que se pueden reutilizar y otra parte que tiene daños (golpe estructural, pérdida de líquido) que se destina a reciclaje", explica Bermejo. Hemos crecido exponencialmente".
Masa negra o 'black mass'
El trabajo en una planta de reciclaje consiste básicamente en descargar la batería, desagregar los componentes y triturar y transformar las minerales principales en la llamada masa negra o Black mass, que es la parte rica en minerales como el níquel, el litio o el cobalto. "Hace un par de años esta masa negra se iba a los países asiáticos y a La India, pero ahora se va a Alemania y Francia. Esta masa negra o blackmass se puede tratar con sistemas hidromáticos para separar los metales. Nosotros somos una parte intermediaria: transformamos el residuo peligroso en materia prima. Es un mercado en rápida evolución y crecimiento”, insiste Bermejo.
Además de la masa negra que se utiliza en la creación de nuevas baterías, otros materiales de las baterías que se pueden aprovechar son el aluminio del envoltorio que se aprovecha en la industria metálica, y el clableado y demás componentes que pueden reaprovecharse para otros usos.
Tres obstáculos
El gran problema al que se enfrenta el reciclaje de baterías son fundamentalmente de tres tipos:
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Logística compleja: debido a la dispersión geográfica y a la propia naturaleza del residuo, el traslado de las baterías exige una logística muy compleja porque es una mercancía peligrosa que en determinadas circunstancias puede incendiarse o explotar, de manera que hay que moverla en contendedores especiales.
Precisamente, de logística saben mucho en Recyclia. A través de la empresa Ecopilas se encaran de la gestión del reciclaje de pilas y baterías industriales y de automoción. “Empezamos a trabajar para la automoción con Nissan y Toyota, que tenía las baterías de los híbridos enchufablesAl principio, lo que reciclábamos eran pilas de níquel y baterías de litio. Ahora, vamos sobre todo a las baterías de vehículos. Organizamos toda la recogida de las baterías. Garantizamos que la logística se haga bien desde el punto de vista de la normativa medioambiental y autonómica”, explica Gabriel García, director general de Recyclia. “Las baterías de litio son mercancía peligrosa lo que condiciona el transporte. Requiere un contenedor específico, se almacena en naves especiales y después lo enviamos a plantas de reciclado. Solemos enviarlo a plantas de Europa, sobre todo de Francia y Almeania, porque en España hay carencia de infraestructura de tratamiento. Quitando la de Sertego, en león, o la de Minería Urbana, en Segovia, no hay nada más", insiste.
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La gestión del residuo como tal.Ya lo veíamos para el caso de la reutilización de las baterías: existen casi tantos tipos de modelos como fabricantes, lo que dificulta mucho la gestión del residuo como tal, cada una tiene su tamaño, sus químicas, sus formatos, su composición y es complicado gestionarlo.
- La ilegalidad de ciertos sectores. Como denuncia Julián Bermejo, gerente de Minería Urbana, “hay gente que no hace los trámites medioambientales, coge las baterías de los desguaces sin ningún tipo de control y las instalan esn su casa. Eso es un peligro. Hay que saber reconocer las baterías críticas que necesitan cofres especiales de seguridad porque tienen riesgo de incendiarse y de explotar. En algunas plantas se acumulan baterías a la intemperie y eso puede provocar incendios. Nosotros estamos desarrollando un cofre de seguridad monitorizado que nos permite ver desde fuera lo que ocurre dentro del cobre y que, además, detecta si el litio está emitiendo gases para echar un líquido de protección”.
En definitiva, todavía queda un largo recorrido por recorrer en España en materia de reciclaje de baterías, pero plantas como Novolitio y Minería Urbana y logísticas como la que desarrollar Recyclia ya suponen un paso adelante. Es de esperar que en los próximos años empecemos a ver más avances en un sector que promete crecer a ritmos vertiginosos.