Alemania ha dado un nuevo golpe de efecto en la batalla europea por el futuro del motor de combustión. Según Reuters, el Gobierno encabezado por el canciller Friedrich Merz enviará una carta a la Comisión Europea para pedir que se “alargue la vida” de los híbridos enchufables y de los motores de combustión “altamente eficientes” más allá de 2035, la fecha fijada por la UE para poner fin a la venta de turismos nuevos que emitan CO2.
El propio Merz confirmó que la misiva se dirige a la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y que en ella se solicitará revisar las normas actuales para introducir “mayor apertura tecnológica”. En la práctica, Alemania quiere que el reglamento deje de ser un corte en seco hacia el coche 100 % eléctrico y permita excepciones para híbridos enchufables y determinados motores térmicos de muy alta eficiencia, siempre que cumplan objetivos de emisiones más flexibles. La carta llega justo antes de que Bruselas presente, el 10 de diciembre, un paquete de medidas específico para apuntalar al golpeado sector europeo del automóvil.

Alemania convierte 2035 en su nuevo campo de batalla
El movimiento alemán cuestiona de lleno uno de los grandes pilares del Pacto Verde europeo. Desde 2023 está en vigor la reforma de la normativa de CO2 para turismos y furgonetas que fija una reducción del 100 % de las emisiones medias de los coches nuevos vendidos a partir de 2035. En la práctica, eso implica que, desde esa fecha, todo nuevo turismo matriculado en la UE deberá ser de cero emisiones en el tubo de escape. La única vía de escape que se había concedido hasta ahora era una excepción negociada en 2023 para los motores alimentados exclusivamente con e-fuels climáticamente neutros.
Merz, que ya había convertido el 2035 en uno de sus principales frentes políticos, se alinea explícitamente con los grandes fabricantes alemanes (Volkswagen, BMW y Mercedes-Benz), que consideran irrealista el calendario de electrificación tal y como está diseñado. Tras reunirse con los ejecutivos del sector, el canciller ha reiterado que hará “todo lo posible” para evitar un “corte en seco” para los coches con emisiones en 2035 y ha descrito la situación de la industria como “precaria”. Insiste en que Alemania mantiene sus objetivos climáticos, pero que quiere alcanzarlos con “una movilidad que también preserve el empleo en Europa y, especialmente, en la industria automovilística alemana”.
La novedad de las últimas horas es que ya no se trata solo de la posición personal del canciller o de su partido. Tras intensas negociaciones en el comité de coalición, los socios de Gobierno han acordado una postura común. La parte socialdemócrata, tradicionalmente más alineada con el calendario del Pacto Verde, ha aceptado respaldar la petición de excepciones para híbridos enchufables y motores térmicos muy eficientes a cambio de reforzar al mismo tiempo el apoyo a los vehículos eléctricos. Ese acuerdo interno despeja el camino para que la carta a Bruselas represente la posición oficial de Alemania y no un simple pulso partidista.
Las ayudas al eléctrico dividen a la UE
Como contrapeso a esa mayor flexibilidad para la combustión, la coalición ha pactado un nuevo programa de ayudas para las rentas bajas y medias que quieran comprar o alquilar un coche eléctrico o un híbrido enchufable. Según el documento acordado, se prevé una subvención base de 3.000 euros por vehículo, que podrá incrementarse en 500 euros por hijo hasta un máximo de 1.000 euros adicionales. El plan debería activarse “lo antes posible” el año que viene y se presenta como una forma de mantener viva la demanda de modelos enchufables en un mercado donde las ayudas han sido recortadas o suprimidas en varios países, incluida la propia Alemania.
Paralelamente, los fabricantes europeos se ven presionados por la competencia de modelos chinos más baratos. Grandes grupos como Stellantis han advertido incluso de un posible “declive irreversible” de la industria si no se ajusta el marco regulatorio. En este contexto, las marcas y su patronal ACEA presionan para que la revisión de 2035 incluya margen para híbridos, motores alimentados con combustibles neutros en CO2 y objetivos más realistas.

Las organizaciones ecologistas han reaccionado con dureza a la maniobra alemana. Transport & Environment, una de las ONG con más peso en Bruselas, acusa a Alemania de “aferrarse al pasado” y advierte de que suavizar el calendario sólo prolongará la agonía de los fabricantes que no se adapten al coche eléctrico. Su responsable en Alemania, Sebastian Bock, ha señalado que confiar en la combustión para asegurar el empleo es “cerrar los ojos a la realidad” y que retrasar la apuesta por el vehículo cero emisiones solo aumentará la brecha con los grupos que ya han apostado por dejar atrás el motor térmico.
La propia Comisión Europea ha dado señales de apertura en los últimos días. El comisario de Industria ha hablado de introducir “flexibilidad” para un sector “estresado”, alimentando las expectativas de que el paquete del 10 de diciembre incluya algún tipo de concesión en torno al 2035. Por ejemplo, un tratamiento diferenciado para híbridos de nueva generación o para determinadas tecnologías de combustibles bajos en carbono. Pero, al mismo tiempo, Bruselas insiste en que el objetivo de neutralidad climática en 2050 no se mueve y que el transporte por carretera tendrá que contribuir de manera decisiva a esa meta.
No es la primera vez que Alemania complica la aplicación de la normativa europea sobre combustión. En 2023, ya bloqueó durante semanas la aprobación definitiva del reglamento de CO2 para coches hasta lograr que la Comisión se comprometiera a crear una vía legal específica para los combustibles sintéticos (e-fuels). Ahora vuelve a abrir el melón cuando la ley ya está en vigor y a pocas semanas de una revisión formal del paquete. En el Parlamento Europeo y entre algunos Estados miembros crece el temor a que un nuevo descafeinado de la norma acabe erosionando la credibilidad climática de la UE y enviando señales contradictorias a la industria.
Mientras, Francia y España, entre otros países, han defendido en los últimos meses mantener el objetivo de 2035 como señal clara para orientar inversiones, aunque admiten la necesidad de políticas industriales y ayudas que eviten deslocalizaciones. El choque entre la visión alemana, más centrada en la competitividad de su potente industria del motor, y la de los países que quieren blindar el calendario del Pacto Verde marcará buena parte del debate de aquí al 10 de diciembre. Lo que salga de Bruselas esa fecha no sólo determinará el futuro del motor de combustión en Europa, sino también el grado de certidumbre con el que fabricantes y proveedores podrán planificar la próxima década.

