Durante uno de los debates organizados por el Cercle d’Economia en Barcelona, quedó clara la distancia que aún separa la ambición política de la realidad empresarial en el camino hacia la movilidad eléctrica. La vicepresidenta de la Comisión Europea, Teresa Ribera, defendió con optimismo que "en España se han hecho las cosas muy bien" en materia de transición energética, mientras que el presidente de la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA) y CEO de Renault, Luca de Meo, ofreció una visión más crítica basada en la experiencia del sector.
De Meo subrayó que, a pesar de los objetivos ambiciosos fijados por las instituciones europeas, la implementación práctica está avanzando con demasiada lentitud. Un ejemplo claro, según él, es la burocracia que rodea la instalación de puntos de carga rápida en concesionarios: “En España, los trámites pueden alargarse más de dos años, más incluso que en Francia”, señaló. Esta lentitud, advirtió, pone en riesgo el cumplimiento de las metas de electrificación del parque automovilístico europeo.

Cuando la realidad se empeña en estropear la política
En un tono cordial pero directo, De Meo explicó que el sector automovilístico solo logrará cumplir con aproximadamente el 50% de los objetivos actuales si no se ajustan las condiciones. “Nos obligan a invertir en vehículos de cero emisiones, pero los datos indican que vamos a mitad de la velocidad necesaria. Si no se cambia el marco, llegaremos a 7,5 millones de coches eléctricos en lugar de los 15 millones previstos”, afirmó. Ante este escenario, propuso abrirse a una “neutralidad tecnológica”, permitiendo que distintas soluciones convivan para lograr la descarbonización.
Teresa Ribera reconoció que es necesario fomentar el diálogo y una mayor flexibilidad, aunque defendió la necesidad de mantener firmes los objetivos climáticos. Sin embargo, evitó entrar en polémicas sobre el apagón eléctrico y el papel de las energías renovables durante su gestión como ministra para la Transición Ecológica, un tema que tampoco fue abordado por la moderadora, Teresa García Milá.
Otro de los puntos planteados por De Meo fue el problema de la asequibilidad. “Hoy, un trabajador de mi empresa no puede comprarse un coche nuevo, ni siquiera un Dacia”, declaró, en referencia al deterioro del poder adquisitivo de la clase media, sobre la que tradicionalmente ha descansado la industria europea del automóvil. También advirtió del envejecimiento del parque móvil, cuya edad media ha pasado de 7 a 12 años en los últimos tres lustros, lo que ha impedido reducir las emisiones globales, a pesar de los avances tecnológicos.
El CEO de Renault insistió en que el progreso no se debe frenar, pero reclamó una regulación más realista y menos fragmentada. “Nos enfrentamos a unas 100 normativas diferentes. No pedimos eliminar la regulación, pero sí simplificarla y centrarse en lo nuevo”, propuso como vía para impulsar la innovación sin paralizar la industria.
Por último, De Meo lanzó una advertencia estratégica: “Por primera vez, el mercado chino ha superado en ventas de coches al conjunto de Europa y Estados Unidos. ¿Dónde se va a invertir entonces? Donde haya mercado”. Este dato pone de relieve la urgencia de adaptar el entorno europeo si se quiere seguir siendo competitivo en el sector de la automoción eléctrica.
Pese a las diferencias de planteamiento, ambos coinciden en una idea clave: el coche eléctrico es el camino hacia una movilidad más limpia y eficiente. Pero para avanzar con paso firme, es necesario alinear las políticas públicas con las realidades industriales y sociales.