El principal punto fuerte de los coches eléctricos es que utilizan una tecnología de propulsión limpia que, mientras circulan, les permite operar sin generar contaminación, o muy poca, ya que la producción de partículas de neumáticos y del sistema de freno es inevitable. Sin embargo, parece que mientras recargan, la cosa no es así. Un estudio llevado a cabo en UCLA apunta que las estaciones de carga rápida para coches eléctricos son un punto generador de contaminación.
Según los datos analizados en la investigación, los centros de carga rápida tienen el doble de contaminación atmosférica por “partículas finas” que la habitual en las zonas urbanas. Además, los investigadores creen que el problema no es tanto con la recarga rápida en sí no con las estructuras en las que se alojan los cargadores rápidos.

Casi el doble de partículas microscópicas del aire
El trabajo de investigación (“Emisiones de material particulado fino de las estaciones de carga rápida de vehículos eléctricos”) ha analizado muestras de filtros integrados de 50 estaciones de carga rápida de corriente continua ubicadas en 47 ciudades distintas pertenecientes al condado de Los Ángeles, California, y los datos son sorprendentes.
Aparentemente, en ellos hay, de media, unas concentraciones diarias de PM2.5 (partículas microscópicas del aire que pueden representar una amenaza para la salud humana) de entre 7.3 y 39.0 microgramos por metro cúbico, una cantidad mucho mayor de lo habitual en las áreas urbanas, si se compara el dato con el recogido por las estaciones de monitoreo de la Agencia de Protección Ambiental más cercanas a cada estación de carga. En zonas urbanas en las que no existen estaciones de carga rápida las concentraciones de PM2.5 son solo de 3.6 a 12.4 microgramos por metro cúbico.
De esta manera, hay que descartar que la mayor presencia de partículas dañinas se deba a que las estaciones están cerca de carreteras en las que haya más densidad de tráfico, puesto que en lugares circundantes en las que no hay puntos de carga, la contaminación es menor.
Esto ha generado una duda importante, puesto que tanto los coches eléctricos como su proceso de recarga son algo inocuo que no contamina. En el proceso de suministro de energía no hay ningún elemento que tenga emisiones, a priori, pero la situación podría no terminar de ser del todo así, como apunta Yuan Yao, investigador de la UCLA y primer autor del estudio. Según él, la mayor presencia de partículas se podría deber a los ventiladores de refrigeración de las unidades de suministro de energía, ya que su acción hace que el polvo y las partículas, que normalmente se asentarían, estén en movimiento.
“Nuestros hallazgos sugieren que estas diminutas partículas probablemente provienen de la resuspensión de partículas alrededor de los armarios de alimentación de las estaciones de carga rápida. Estos armarios convierten la electricidad de la red en la corriente continua necesaria para cargar las baterías de los vehículos eléctricos. Los armarios también contienen sistemas de refrigeración para evitar el sobrecalentamiento de los componentes electrónicos, y estos ventiladores pueden levantar el polvo y las partículas de las superficies internas”, explica.
Mucha concentración, pero de poco alcance
Sin embargo, la contaminación se concentra en un punto muy concreto, justo en los cargadores, pero se disipa de manera rápida a medida que se aleja de los mismos: “Realizamos mediciones a diferentes distancias de los cargadores. Las mediciones más altas [15-200] se tomaron en los armarios de alimentación de los cargadores. Afortunadamente, a pocos metros de distancia, las concentraciones disminuyen considerablemente. A unos cientos de metros de distancia, no hay una diferencia notable en comparación con los niveles de contaminación de fondo”.
De esta manera, considera que su impacto en la contaminación de una zona una urbana no es demasiado, puesto que no se extiende, pero cree que sí que puede ser algo negativo para los conductores que utilizan cargadores rápidos de manera recurrente, ya que se están exponiendo a una contaminación potencialmente peligrosa.