Aunque pueda parecer sencillo, enfriar un motor eléctrico es una tarea mucho más compleja de lo que parece. No basta con hacer circular líquido refrigerante, sino que se trata de mantener cada componente (bobinas, imanes y carcasa) a la temperatura justa para lograr la máxima eficiencia y durabilidad.
El equipo de Munro & Associates, dirigido por el ingeniero Sandy Munro, desarmó recientemente dos motores eléctricos: uno del Tesla Cybertruck y otro del Chevrolet Equinox EV. El resultado fue un estudio comparativo que expone dos maneras radicalmente distintas de abordar la refrigeración.
El método de GM: simple, ingenioso y económico

Según el ingeniero Paul Turnbull, responsable del análisis, General Motors opta por una solución basada en la física pura. Su motor utiliza el movimiento del propio rotor para lanzar aceite hacia canales internos. Luego, ese aceite “llueve” sobre los componentes críticos: bobinados, imanes y la carcasa metálica.
Esta técnica tiene varias ventajas como la menor complejidad mecánica, al eliminar bombas y conductos externos. También permite reducir costos de producción y mantenimiento, a la vez que permite un menor consumo de energía, ya que no requiere de una bomba eléctrica adicional.
Sin embargo, no todo son beneficios. El sistema depende de la velocidad del motor, por lo que en tráfico o pendientes pronunciadas su eficacia puede reducirse. Además, a altas revoluciones el aceite puede desviarse, afectando la refrigeración en momentos críticos.
Tesla: ingeniería de precisión y control térmico avanzado
Por su parte, Tesla adopta un enfoque mucho más tecnológico y preciso. En lugar de confiar en el movimiento del motor, utiliza una bomba de alta presión que impulsa aceite a través de canales específicos que bañan directamente las zonas más sensibles: los enrollamientos eléctricos y los imanes.
Esta estrategia tiene varias consecuencias positivas, pues permite usar imanes más baratos (de neodimio en lugar de tierras raras), minimiza las pérdidas por corrientes parásitas (eddy currents), que generan calor no deseado, y mejora la eficiencia energética general del motor, aunque a costa de mayor complejidad.
El lado negativo es evidente: la bomba consume energía de la batería y requiere de un sistema hidráulico más caro y con más piezas susceptibles de fallo.
Eficiencia o simplicidad: dos caminos válidos
En resumen, GM confía en la física y la simplicidad mecánica, mientras que Tesla apuesta por la ingeniería avanzada y la eficiencia electrónica. Ambas soluciones funcionan y reflejan la filosofía de cada fabricante. Por un lado, General Motors busca fiabilidad y bajo costo para una producción masiva. Por el otro, Tesla prioriza rendimiento y precisión, incluso si el sistema es más complejo.
El análisis de Munro & Associates deja claro que no hay un único camino hacia la eficiencia eléctrica: la innovación en la era del vehículo eléctrico se mide tanto en watios como en ingenio.