En Europa, a partir de 2035 los motores de combustión estarán prohibidos. Este cambio ha desatado una auténtica revolución tecnológica, con fabricantes y equipos de investigación compitiendo por desarrollar sistemas de propulsión alternativos. Aunque los motores eléctricos y las pilas de combustible de hidrógeno lideran esta carrera, hay quienes siguen apostando por dar una segunda vida a los motores tradicionales.
Un equipo de ingenieros del Laboratorio de Investigación de Motores de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW) en Australia ha dado un paso gigantesco hacia la sostenibilidad. Han conseguido transformar un motor diésel convencional para que funcione como un sistema híbrido de hidrógeno y diésel, reduciendo las emisiones de CO2 en más del 85%: un motor diésel que casi no contamina.

Motores diésel que contaminan casi lo mismo que un eléctrico
Este innovador desarrollo ha sido liderado por el profesor Shawn Kook, en colaboración con el profesor Evatt Hawkes. Tras 18 meses de trabajo, lograron crear un sistema de combustible dual de inyección directa de hidrógeno y diésel que permite que cualquier motor diésel funcione con un 90% de hidrógeno. Los resultados son asombrosos: emisiones de CO2 reducidas a solo 90 g/kWh, un 85,9% menos que un motor diésel tradicional.
Lo mejor de esta tecnología es su aplicación práctica inmediata. Según los investigadores, cualquier motor diésel utilizado en camiones, maquinaria agrícola o equipos mineros podría adaptarse a este sistema en solo unos meses. Esto es crucial en un momento en el que el cambio climático exige soluciones inmediatas.
El hidrógeno verde, producido a partir de energías renovables como la eólica y la solar, se presenta como una alternativa mucho más ecológica que el diésel. Al aprovechar esta tecnología, no solo se reduce la huella de carbono, sino que también se evita la necesidad de esperar décadas para que las pilas de combustible sean viables a gran escala.
Inyección directa de hidrógeno: el gran secreto
El sistema desarrollado por el equipo de la UNSW mantiene la inyección diésel original del motor, pero añade una inyección directa de hidrógeno. Esta innovación permite controlar la mezcla dentro del cilindro del motor y resolver uno de los principales problemas de los motores de hidrógeno: las emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx).
“Si simplemente se añade hidrógeno al motor y se deja que se mezcle de manera uniforme, se generan muchas emisiones de NOx, que son altamente contaminantes”, explica el profesor Kook. “Pero al estratificar el hidrógeno, logramos reducir estas emisiones por debajo de las de un motor puramente diésel”.
Otro aspecto clave es que este sistema no requiere hidrógeno de alta pureza, que es caro de producir. Además, la eficiencia del motor mejora en más del 26% en comparación con los motores diésel convencionales.

Aplicaciones industriales y desafíos futuros
El potencial de esta tecnología es enorme, especialmente en sectores industriales que ya cuentan con líneas permanentes de suministro de hidrógeno, como las minas. En estos entornos, donde el 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de motores diésel, la adaptación al sistema híbrido podría suponer un cambio radical.
Sin embargo, el profesor Kook reconoce que aún existen desafíos. En aplicaciones que requieren almacenamiento y transporte de hidrógeno, como los camiones diésel, es necesario desarrollar sistemas de almacenamiento más eficientes. Este es un obstáculo importante que debe superarse para que la tecnología pueda extenderse aún más.
La idea de convertir los motores diésel existentes en sistemas híbridos de hidrógeno y diésel podría ser una solución revolucionaria en la transición hacia un transporte sostenible. Modernizar lo que ya tenemos parece mucho más sensato que esperar décadas a nuevas tecnologías que podrían no llegar a tiempo.
Con el respaldo de investigaciones como la del equipo de la UNSW, el futuro del transporte podría ser mucho más limpio de lo que imaginábamos. La innovación está sobre la mesa, y las posibilidades son infinitas.