En plena carrera global por los minerales críticos que alimentan la transición energética, una start-up francesa asegura haber encontrado una alternativa sorprendente a la minería tradicional: extraer níquel y otros metales de margaritas bioingenierizadas. La compañía, llamada Genomines, promete que su tecnología podría reducir drásticamente el impacto ambiental y social de la minería convencional, al tiempo que abastece a la industria de los vehículos eléctricos.
Plantas “hiperacumuladoras” en lugar de minas
El método se basa en la fitominería, un proceso por el cual ciertas plantas absorben metales del suelo a través de sus raíces y los almacenan en tallos y hojas. En condiciones naturales, este fenómeno no resulta rentable, pero Genomines ha desarrollado margaritas “hiperacumuladoras” capaces de extraer el doble de níquel que en las plantas comunes.

“Necesitamos mucho metal para las baterías de vehículos eléctricos y para el acero inoxidable en infraestructuras. Con los métodos actuales no podremos producir suficiente”, explica Fabien Koutchekian, cofundador y CEO de Genomines. Según la empresa, cumplir los objetivos del Acuerdo de París para 2040 requerirá multiplicar por seis la producción global actual de metales críticos.
Inversores de peso
El potencial de este enfoque ha atraído más de 45 millones de dólares de financiación de un consorcio en el que participan Hyundai y Tata (propietaria de Jaguar Land Rover). La compañía, que ya emplea a 23 personas en su centro piloto de Sudáfrica, asegura que puede transformar terrenos no productivos en activos económicos, operando en zonas demasiado pobres para la minería convencional pero demasiado ricas en metales para la agricultura tradicional.
Ventajas frente a la minería convencional

Genomines sostiene que sus “granjas de metales” pueden ponerse en marcha en uno o dos años, frente a los 12-17 años que tarda en desarrollarse una mina de níquel tradicional. Además, el proceso tiene costes operativos entre un 40% y un 50% más bajos, es más limpio y trazable, y captura carbono durante el crecimiento de las plantas, lo que podría hacerlo negativo en carbono.
El sistema es modular y escalable, permitiendo desplegar activos más pequeños y eficientes en capital, en vez de depender de grandes minas intensivas en inversión. Todo ello sin desplazar cultivos alimentarios, ya que se utilizan suelos marginales.
Un nuevo sector en ciernes
Para organizaciones como Amnistía Internacional, que denuncian los impactos de la minería en comunidades indígenas y rurales, iniciativas como esta abren la puerta a un modelo menos destructivo. “Podemos reequilibrar las cadenas globales de suministro de minerales durante décadas”, afirma Koutchekian.
Genomines calcula que entre 30 y 40 millones de hectáreas de suelos en todo el mundo contienen suficiente níquel para que su fitominería cubra de 7 a 14 veces la producción actual. Aunque el camino es largo, la start-up francesa cree estar sentando las bases de una industria completamente nueva de metales de origen vegetal, con potencial para transformar la electrificación del transporte.