Un observatorio global basado en imágenes satelitales y herramientas de inteligencia artificial ha cartografiado la extensión de los paneles solares en la superficie terrestre. Se estima que ya cubren más de 14.500 km², un área equivalente al tamaño de Irlanda del Norte, desde los desiertos de Atacama hasta las cordilleras del Tíbet.
Este mapeo, promovido por Global Renewables Watch (GRW) mediante algoritmos de aprendizaje automático, ofrece una perspectiva homogénea de la distribución mundial de infraestructuras fotovoltaicas, superando en detalle los registros tradicionales basados en informes estatales. El análisis no solo cuantifica la superficie ocupada, sino que evidencia el impulso sostenido de la transición energética a medida que la demanda de electricidad limpia se acelera.

Triplicando la potencia en menos de una década
El uso de datos satelitales procesados con inteligencia artificial ofrece una ventaja comparativa respecto a las estadísticas tradicionales porque permite aplicar una metodología única en todo el mundo. GRW y otras iniciativas similares, como Transition Zero, detectan paneles individuales y grandes instalaciones mediante técnicas automatizadas, superando la heterogeneidad de los informes nacionales. Esta estandarización es especialmente útil para comparar países con diferentes metodologías de reporte y regularidad en la publicación de datos.
El análisis de estas imágenes concluye que el ritmo de crecimiento observado en la última década es espectacular: según estas estimaciones, la potencia instalada de energía solar se ha triplicado en siete años, cifras que coinciden con los patrones de expansión recogidos por organismos internacionales. Por ejemplo, la Agencia Internacional de la Energía (IEA) proyecta que la energía solar fotovoltaica representará cerca del 80 % de la expansión total de capacidad renovable en los próximos años, impulsada por sus costes competitivos y una mayor rapidez de instalación frente a otras tecnologías.
Con mucha diferencia, China lidera esta expansión fotovoltaica con gigantescos parques solares construidos en regiones extensas como Qinghai, donde se ha desarrollado una planta de 16.900 MW de capacidad, equivalente a decenas de centrales convencionales. A continuación figuran Estados Unidos, India y España, países que también han experimentado una expansión significativa de su parque solar en los últimos años.

En el caso de España, la capacidad instalada ha pasado de ser moderada en 2017 a superar los 31.000 MW en 2024, impulsada por grandes plantas solares en regiones de alta radiación como Extremadura, Andalucía y Murcia.
A escala global, las cifras de instalaciones solares confirman que la solar fotovoltaica domina el crecimiento renovable. Según SolarPower Europe, en 2024 se añadieron cientos de gigavatios de nueva capacidad, llevando el total mundial a más de 2 TW. Una tendencia que se ha mantenido año tras año, con aumentos sustanciales de potencia instalada pese a las variaciones de políticas energéticas en algunos países. Esto afianza la posición de la energía solar como una de las fuentes primarias de electricidad limpia y asequible en el mundo.
Las grandes diferencias entre regiones reflejan no solo el potencial solar natural, sino también estrategias políticas, económicas y de infraestructura. Por ejemplo, países con altos niveles de irradiación como Namibia tienen un enorme potencial fotovoltaico sin explotar en comparación con Estados con menor exposición solar como Alemania, que aun así produce grandes cantidades de energía solar gracias a políticas de apoyo y mercados maduros. Las condiciones naturales y las decisiones de política energética convergen para determinar la implantación efectiva de la fotovoltaica.
Además del despliegue en grandes parques, crece el papel del autoconsumo y las instalaciones descentralizadas en el entorno urbano y rural. Los paneles solares ya no son solo infraestructura a gran escala, sino elementos comunes en viviendas, industrias y estaciones de servicio, contribuyendo a una democratización de la generación energética. Este fenómeno se ve reforzado por la disminución continua de los costes de los módulos solares en la última década y por la mejora en la eficiencia de las tecnologías fotovoltaicas.

La evolución de la energía solar no solo tiene impacto en la matriz energética global, sino también en sectores vinculados a la movilidad eléctrica y la transición energética. La disponibilidad de electricidad limpia a bajo coste ofrece sinergias con la recarga de vehículos eléctricos y reduce simultáneamente las emisiones vinculadas al transporte. En lugares donde el crecimiento solar es más rápido, los conductores de coches eléctricos pueden beneficiarse de una mayor integración de fuentes renovables en la red, aumentando el valor ambiental del uso de estos vehículos y la gestión energética de las redes, gracias a tecnologías como el V2G.
Los expertos señalan que el ritmo de expansión debe seguir acelerándose para cumplir los objetivos climáticos globales antes de 2030. La integración efectiva de la energía solar con tecnologías de almacenamiento de energía y redes inteligentes será clave para garantizar suministro estable y aprovechar al máximo la electricidad generada.