Nacida por el boom eléctrico, la empresa británica Arrival defendía que pequeñas microfábricas baratas, modulares y cercanas al cliente podían sustituir a las grandes plantas. Su producto estrella, la Arrival Van, deslumbró a inversores y obtuvo el respaldo de UPS con 10.000 unidades (más opción por otras 10.000), mientras mostraba prototipos de un autobús eléctrico y coqueteaba con un turismo urbano.
La realidad industrial fue otra: tras prototipos y pre-series, los retrasos se acumularon, la homologación no se tradujo en producción, y la caja se vació sin ingresos que la sostuvieran. En 2024, la compañía entró en administración en el Reino Unido y la matriz fue declarada en quiebra en Luxemburgo. Parte de la maquinaria terminó vendida a Canoo y el resto del perímetro se liquidó.

Así era el plan de Arrival y así fue el desenlace
El plan operativo partía de dos polos: Bicester (Reino Unido) y Charlotte/Rock Hill (Estados Unidos). Arrival defendía que, en vez de gastar cientos o miles de millones en una gigafactoría, podía convertir naves existentes en microfábricas con robots y trolleys autónomos, ajustables a la demanda local. Ese era el corazón de su pitch tecnológico y financiero.
Durante 2021–2022, la compañía mostró prototipos y comunicó primeras unidades de pre-serie para validación, mientras ajustaba el calendario industrial. Pero llegar a volumen estable resultó mucho más duro: el calado de procesos, la calidad, el suministro y las homologaciones se enredaron justo cuando el flujo de caja se tensaba. El “salto” de piloto a serie se fue moviendo de trimestre en trimestre.
A finales de 2022, Arrival reordenó prioridades para centrarse en EE. UU., atraída por el tamaño de mercado y los incentivos, y enfrió el arranque en Bicester. El viraje exigía más capital y tiempo, pero el ciclo de tipos altos y la sequía de financiación complicaron cerrar una inyección que alineara calendario, proveedores y certificaciones.
El resultado fue un drenaje de caja sin ingresos que lo compensaran. Ya en 2023, Arrival acumulaba recortes de plantilla y retrasos comunicados al mercado. La tesis de las microfábricas seguía siendo atractiva, pero industrializar dos continentes a la vez, sin una base de vehículos vendibles a corto plazo, pasó factura financiera y operativa. Finalmente, ni siquiera llegó a vender en serie ni furgonetas ni autobuses.

El 5 de febrero de 2024 fue el punto de no retorno en el Reino Unido: Arrival UK Ltd y Arrival Automotive UK Ltd fueron puestas en administración y EY Parthenon nombró administradores conjuntos por orden del tribunal. La misión: preservar valor, vender activos y atender a los acreedores en lo posible.
Pocos meses después, el golpe jurídico llegó a la matriz. El 10 de junio de 2024 Arrival comunicó que el tribunal de Luxemburgo había declarado en quiebra a Arrival S.A. el 22 de mayo de 2024. A partir de entonces, la dirección dejaba de gestionar y el perímetro del grupo transitaba hacia liquidación y venta de activos.

En paralelo, parte “buena” del perímetro se colocó por piezas. En marzo de 2024, Canoo anunció la compra “a gran descuento” de equipos de fabricación avanzados y otros activos de Arrival en EE. UU., embalados en más de 20 contenedores con destino a sus plantas de Oklahoma. Fue una venta de activos, no una adquisición de compañía operativa.
Los estados de insolvencia describen el desfase, ya que diferentes medios apuntaron a que la deuda de la compañía británica ascendía a cerca de 200 millones de libras (unos 230 millones de euros) frente a menos de 150.000 libras (unos 173.000 euros) en caja, y un inventario de maquinaria, vehículos y propiedad intelectual cuyo valor teórico difícilmente podía materializarse en un proceso acelerado. La foto financiera explica por qué no hubo un rescate que preservara a los accionistas.
La respuesta a por qué quebró Arrival se debió a la brecha entre idea y ejecución. Las microfábricas pueden funcionar, pero exigen producto maduro, clientes con pedidos firmes, proveedores a ritmo y capital paciente. Arrival intentó hacerlo todo a la vez (dos regiones, varias líneas de producto) y, cuando los ingresos no llegaron y el capital se encareció, el modelo colapsó. El resto lo hicieron los costes fijos, la curva de calidad y la volatilidad del mercado de capitales.