Dentro de unos años, la electricidad sustituirá al combustible, gasolina o diésel, en muchos hogares españoles. En plena escalada de precios en la que el coste de la vida sube indiscriminadamente, esta es una realidad que pasa desapercibida para quienes aún no conducen un coche eléctrico: cargar la batería durante la noche puede costar menos que un café. Literalmente.
Con las tarifas de discriminación horaria que ofrecen muchas comercializadoras, como Iberdrola, Repsol o Endesa, cargar un coche eléctrico en casa entre la medianoche y las ocho de la mañana puede salir por apenas 3,50 euros si la batería tiene 50 kWh. En las "horas valle", esta tarifa permite aprovechar precios que oscilan entre los 0,07 y los 0,12 €/kWh, frente a los más de 0,40 €/kWh de algunos cargadores públicos.

La tarifa eléctrica nocturna es algo más que un ahorro económico, es un hábito de vida.
Tarifa discriminada para que cargar por la noche sea un auténtico chollo
Este diferencial no solo supone un ahorro notable en términos anuales de varios cientos de euros frente al diésel o la gasolina, sino que también ha generado un cambio cultural. Cada vez más usuarios programan sus recargas para la noche, aprovechando la posibilidad de configurar horarios desde la propia app del coche o desde los cargadores inteligentes instalados en el hogar.
El Plan Vehículo Eléctrico de Iberdrola, por ejemplo, ofrece condiciones especiales para este tipo de usuarios, al igual que las tarifas con discriminación horaria ajustadas para vehículos eléctricos de Repsol. Algunas compañías, como Endesa, incluso ofrecen bonificaciones en forma de kWh gratuitos para quienes cargan en las horas de menor demanda. Esto no solo optimiza la red eléctrica nacional, al evitar picos de consumo durante el día, sino que recompensa al usuario con un ahorro tangible.
Según datos recogidos por Híbridos y Eléctricos, este patrón se ha consolidado especialmente en viviendas unifamiliares y comunidades que han instalado cargadores con acceso nocturno. La comodidad de llegar a casa, conectar el vehículo y encontrarlo cargado al despertar se ha convertido en parte de la rutina de miles de españoles. Y esa rutina está reconfigurando silenciosamente la relación entre el ciudadano y la energía.

En paralelo, este cambio también incide en la percepción del coste del transporte. Si repostar gasolina suponía antes una de las grandes partidas mensuales para muchas familias, ahora ese gasto puede verse reducido a menos de 50 euros al mes para quien recarga con inteligencia y planificación.
La ecuación ya no es solo ecológica, sino también económica. El coche eléctrico ha dejado de ser un lujo futurista para convertirse en un aliado cotidiano, más silencioso, más limpio y, para muchos, sorprendentemente asequible.