El CEO de Polestar, Michael Lohscheller, ha lanzado un aviso claro a Europa en plena revisión del veto a los motores de combustión en 2035. En una entrevista con The Verge, el directivo advierte de que suavizar esa prohibición “castigaría” precisamente a las marcas que han apostado todo por el coche eléctrico y recuerda que el marco actual fue fruto de años de negociación también con los fabricantes tradicionales.
Lohscheller sostiene que “rebajar” el veto supondría castigar a las compañías que ya han comprometido su futuro a la electrificación. Asegura que un cambio de rumbo “socavaría la base de las inversiones” realizadas en plataformas eléctricas, fábricas de baterías y redes de recarga, y enviaría la señal de que Europa puede echarse atrás en sus propios compromisos.
El debate llega en un momento delicado
La normativa europea vigente obliga a que, desde 2035, todos los turismos y furgonetas nuevos que se vendan en la UE sean de cero emisiones, lo que en la práctica supone el fin del motor de combustión en los coches nuevos salvo excepciones muy específicas. La Comisión, que ya preveía revisar la norma en 2026, ha adelantado esa revisión a finales de este año ante la presión de varios gobiernos y de la industria.
Según recuerda Earth.org, la revisión se enmarca en un contexto de demanda más débil de coches eléctricos, fuerte competencia de fabricantes chinos y nuevas tensiones comerciales con Estados Unidos. Varios países, entre ellos Italia, Portugal, Eslovaquia, Bulgaria, Rumanía y Alemania, han cuestionado la viabilidad del calendario, pidiendo una transición más gradual y espacio para tecnologías como los híbridos enchufables y los combustibles sintéticos.

Al mismo tiempo, las patronales ACEA (constructores) y CLEPA (proveedores) han elevado el tono. En un documento reciente, ACEA sostiene que los objetivos de CO2 para 2030 y 2035 “ya no son alcanzables” con el ritmo actual de ventas de eléctricos y reclama una senda más realista, basada en la “neutralidad tecnológica”.
Polestar, en cambio, se ha colocado en el lado opuesto. En septiembre, Lohscheller fue uno de los más de 150 ejecutivos del ecosistema eléctrico europeo que firmaron una carta abierta a Ursula von der Leyen pidiendo mantener intacto el objetivo de 2035. En ese texto, el CEO de Polestar definía la fecha como un “punto de inflexión” que dio claridad a la industria y a los inversores, y advertía de que rebajarla ahora enviaría el mensaje contrario: que Europa puede ser convencida para renunciar a sus compromisos.
El sector, partido en dos ante el 2035
Las declaraciones de Lohscheller reflejan una división cada vez más marcada dentro del propio sector. Entre los más críticos con el veto tal y como está diseñado destaca el CEO de Mercedes-Benz, Ola Källenius, que ha advertido de que mantenerla sin cambios podría llevar a un “colapso” del mercado europeo del automóvil, ya castigado por la demanda débil, la competencia china y el lento despegue del vehículo eléctrico. Källenius defiende una vía “neutral en tecnología” en la que sigan teniendo cabida híbridos eficientes y motores de combustión avanzados alimentados con combustibles bajos en carbono.

En BMW, su consejero delegado, Oliver Zipse, lleva tiempo en la misma línea. Ha calificado de “gran error” la eliminación de los motores de combustión en 2035 tal y como está planteada y pide cambiar el enfoque para premiar la reducción de CO2 en todo el ciclo de vida del vehículo, no solo en el tubo de escape. Zipse también reclama que se permita el uso de combustibles climáticamente neutros más allá de 2035 y que se reparta la responsabilidad con productores de energía y combustibles. En la misma línea, el máximo responsable de Stellantis, Antonio Filosa, considera “irrealista” el 2035 sin introducir mecanismos de flexibilidad que protejan la actividad industrial y el empleo.
En el otro extremo, empresas 100% eléctricas y buena parte de la cadena de valor de la electromovilidad piden “no dar un paso atrás”. El CEO de Kia Europa, Marc Hedrich, ha dejado claro que la marca está “perfectamente cómoda” con la prohibición y que tiene un plan para cumplir al 100 % con la norma. Incluso ha salido al paso de las críticas de Källenius recordando que fue él mismo quien prometió que Mercedes solo vendería eléctricos en Europa en 2030. Hedrich subraya que Kia ya está invirtiendo fuerte en eléctricos fabricados en Europa y que dar marcha atrás en el despliegue de nuevos modelos “les costaría una fortuna”.
Mientras tanto, el mapa político europeo se alinea casi milimétricamente con ese choque industrial. Francia y España han defendido mantener el objetivo de 2035 tal y como está, reivindicando el coche eléctrico como apuesta estratégica para la industria europea y para atraer gigafactorías. Alemania, Italia y países como Eslovaquia presionan para suavizar el calendario, introducir más flexibilidad y dar aire a las tecnologías intermedias.
