Tesla fue la primera, pero muchas otras marcas han seguido su ide. No hablamos únicamente de hacer coches eléctricos, sino de cómo fabricarlos para hacer el proceso más rápido, barato y eficiente. Desde que a Elon Musk se le ocurrió y lo puso en práctica, la industria del automóvil ha abrazado la integración estructural de las baterías como un paso adelante en la eficiencia de fabricación y la seguridad.
Sin embargo, esta solución técnica, adoptada por marcas como Tesla o BYD, podría estar generando un problema silencioso que hasta ahora ha pasado desapercibido para la mayoría de los conductores: la imposibilidad de reparar los vehículos tras un accidente, aunque este sea de poca importancia.

La ingeniería inversa de Sandy Munro
El descubrimiento lo ha hecho público el ingeniero y consultor estadounidense Sandy Munro, conocido por su experiencia en ingeniería inversa y por desmontar vehículos para analizar su diseño y procesos de fabricación. A través de su empresa Munro & Associates, especializada en optimización industrial, Munro ha centrado su atención en los vehículos eléctricos, compartiendo en su canal de YouTube las entrañas de modelos como el Tesla Model Y, revelando detalles que muchas veces pasan desapercibidos para el consumidor medio.
El modelo que ha despertado esta alerta es el Tesla Model Y, que utiliza una arquitectura denominada cell-to-body, en la que la batería no solo alimenta el coche, sino que también forma parte del chasis y aporta rigidez estructural. Esta innovación reduce peso y mejora la eficiencia, pero también plantea graves complicaciones a la hora de realizar reparaciones.
En el caso analizado por Munro, desmontar la batería del Model Y fue una tarea que llevó días. ¿El motivo? La carcasa de protección, fabricada en un material extremadamente resistente y adherida con un potente sellador de poliuretano (PET), convierte cualquier intervención mecánica en un proceso lento, caro y potencialmente arriesgado.
El verdadero problema no está solo en la dificultad del desmontaje, sino en las consecuencias en caso de accidente. Al ser parte estructural del vehículo, si la batería sufre daños, aunque sean menores, su reparación es inviable. Esto implica que vehículos como el Model Y pueden ser declarados siniestro total por las aseguradoras tras colisiones de baja intensidad.
“No se trata de grandes golpes”, advierte Munro en sus análisis. “Una simple deformación puede convertir el coche en irreparable desde el punto de vista económico”. Las aseguradoras, ante la imposibilidad de sustituir la batería sin desmontar media carrocería, optan por enviar el coche directamente al desguace.
Pero no es solo Tesla
Aunque Tesla ha sido pionera en esta solución técnica, no es la única marca que la está implementando. Fabricantes como BYD también utilizan configuraciones similares en algunos de sus modelos, lo que podría extender este problema a una porción cada vez mayor del parque automovilístico eléctrico.
El atractivo de la batería estructural es claro: mayor autonomía, mejor rendimiento y reducción de costes. Pero este nuevo paradigma también implica repensar la forma en que se diseñan las reparaciones y se evalúan los daños tras un accidente. A día de hoy, la industria no parece tener una solución inmediata para un problema que, según Munro, podría tener consecuencias económicas y medioambientales significativas si los desguaces se llenan de vehículos eléctricos con apenas unos años de vida útil.

Munro lanza una advertencia importante sobre el futuro de la movilidad eléctrica: la sostenibilidad no puede medirse solo por las emisiones de CO₂ o la eficiencia energética. También debe tener en cuenta la reparabilidad y la vida útil de los vehículos. Si la batería estructural reduce a cero la posibilidad de reparación tras un golpe, los supuestos beneficios medioambientales del coche eléctrico podrían quedar en entredicho.
La paradoja es evidente: mientras se promueve el reciclaje, la reutilización y la economía circular, una arquitectura como la cell-to-body frena la reparación y acelera la obsolescencia. Y eso, en plena transición energética, es una señal de alerta que la industria no debería ignorar.
El caso del Tesla desmontado por Sandy Munro no es solo una anécdota técnica: es una advertencia seria sobre las decisiones de diseño que se están tomando hoy en los vehículos eléctricos. La integración de la batería como parte estructural del coche puede tener sentido desde el punto de vista de la eficiencia, pero sin una solución de reparación adecuada, cada pequeño accidente podría suponer el final de un coche que apenas ha comenzado su vida útil.