Los superpoderes cibernéticos a prueba en 12 personas, la razón por la que Elon Musk está ‘descuidando’ Tesla

El CEO de Neuralink, y también de Tesla, asegura que el ser humano puede alcanzar capacidades sobrehumanas gracias a sus implantes cerebrales, que ya están siendo probados.

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Elon Musk asegura poder dotar a los humanos de superpoderes cibernéticos. Gemini
20/10/2025 07:00
Actualizado a 20/10/2025 07:00

Tesla ha presentado un plan de compensación para su CEO, Elon Musk, valorado en 100.000 millones de dólares. No contempla un salario tradicional, sino que establece objetivos estratégicos y financieros que deberán cumplirse a lo largo de diez años, garantizando que su recompensa esté vinculada directamente al crecimiento y éxito sostenido de Tesla.

El plan no está diseñado no solo como retribución económica, sino también para reconectar la fortuna del magnate con Tesla, frente a sus inversiones en empresas privadas como SpaceX, xAI, Neuralink o Starlink. ¿En que está tan distraído Musk como para que Tesla haya diseñado una recompensa, casi disparatada, por recuperar su atención: en la inteligencia artificial, y en la posibilidad de crear superpoderes.

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Un paciente con parálisis recibió un chip de Neuralink implantado quirúrgicamente.

¿Qué propone Elon Musk?

El CEO de Tesla ha vuelto a ocupar titulares al asegurar que su empresa Neuralink permitirá a las personas alcanzar “superpoderes cibernéticos”. Detrás de esa afirmación, que suena a ciencia ficción, hay un proyecto de investigación real que combina neurociencia, robótica e inteligencia artificial para desarrollar implantes cerebrales capaces de conectar directamente el cerebro humano con ordenadores.

La idea no es nueva, pero Neuralink ha logrado situarse a la vanguardia de este campo gracias a su capacidad de inversión y a la enorme atención mediática que genera su fundador. Según Musk, estos implantes podrían, en el futuro, restaurar funciones perdidas, mejorar las capacidades sensoriales o incluso ampliar los límites biológicos del cuerpo humano. Entre las promesas más llamativas, el empresario menciona la posibilidad de ver en infrarrojo o ultravioleta, o de manejar dispositivos electrónicos únicamente con el pensamiento.

Aunque las declaraciones del multimillonario despiertan escepticismo, existen avances comprobados. Los implantes cerebrales de la compañía ya se encuentran en funcionamiento en 12 individuos, y su startup Neuralink tiene previsto publicar próximamente los primeros informes que detallan el seguimiento y las pruebas efectuadas con tres de esos pacientes.

En enero de 2024, Neuralink anunció que había implantado por primera vez un chip en un ser humano. El paciente, un hombre con parálisis, logró controlar un cursor digital mediante señales cerebrales.

Pocos meses después, la compañía confirmó un segundo implante con resultados positivos. Los ensayos clínicos actuales, autorizados por los organismos regulatorios de Estados Unidos, buscan comprobar la eficacia del sistema para que personas con lesiones medulares puedan mover brazos robóticos o interactuar con ordenadores sin necesidad de movimiento físico.

Musk también ha desvelado un proyecto denominado Blindsight, cuyo objetivo es restaurar la visión en personas ciegas. El sistema se basa en transmitir señales visuales directamente a la corteza cerebral, el área encargada de procesar la información de la vista. En teoría, podría devolver cierta capacidad visual incluso a quienes nacieron sin visión. Los primeros resultados, según los investigadores, serían rudimentarios (similares a imágenes pixeladas), pero mejorarían progresivamente con el desarrollo del software y del hardware neuronal.

Sin embargo, no todas las afirmaciones del empresario cuentan con respaldo científico. Por ahora no existen pruebas publicadas que demuestren que una persona pueda ver longitudes de onda invisibles como las del infrarrojo o el ultravioleta. Tampoco hay evidencia revisada por pares que confirme las capacidades ampliadas de percepción que Musk anticipa. Además, los primeros implantes enfrentaron problemas técnicos: varios electrodos dejaron de funcionar poco después de la cirugía, lo que obligó a ajustar el diseño para evitar futuras fallas.

La comunidad científica también ha expresado reservas. Investigadores de distintas universidades reclaman mayor transparencia y la publicación de los resultados en revistas científicas reconocidas, algo que Neuralink aún no ha hecho de forma completa. A pesar de ello, la compañía ha conseguido 650 millones de dólares en financiación para seguir desarrollando su tecnología y ampliar las pruebas clínicas.

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El proyecto de Neuralink ya se esa puesto en marcha en 12 personas reales.

Más allá del entusiasmo mediático, estos avances abren un debate profundo sobre los límites de la neurotecnología. Implantar chips en el cerebro implica riesgos quirúrgicos, posibles infecciones y reacciones adversas del tejido cerebral. A ello se suman las preocupaciones éticas y legales: quién controla los datos neuronales, cómo se garantiza la privacidad de los pensamientos o qué sucede si la información cerebral pudiera ser interceptada o manipulada.

El impacto potencial de estas innovaciones va mucho más allá del ámbito médico. En el futuro, las interfaces cerebro-ordenador podrían integrarse en campos como la movilidad eléctrica o el transporte inteligente. Musk, también al frente de Tesla, ha insinuado que la comunicación directa entre el cerebro y los vehículos podría permitir controlar funciones del coche con la mente, mejorar la atención del conductor o asistir a personas con discapacidad motora. Esta convergencia entre neurotecnología y automoción abre la puerta a una nueva generación de sistemas de asistencia avanzados.

Aun así, los expertos advierten que los “superpoderes” que Musk describe están todavía lejos de materializarse. La distancia entre las pruebas de laboratorio y una aplicación comercial masiva es enorme, y el camino pasa por superar retos técnicos, éticos y regulatorios que pueden tardar años en resolverse. La neurotecnología avanza a gran velocidad, pero todavía se mueve en un terreno experimental en el que cada pequeño paso requiere validación científica rigurosa.

Elon Musk ha demostrado en el pasado su capacidad para transformar sectores enteros, desde la automoción eléctrica con Tesla hasta la exploración espacial con SpaceX. Sin embargo, con Neuralink el reto es distinto: no se trata solo de diseñar tecnología, sino de intervenir directamente en la mente humana. Si los ensayos actuales se consolidan y logran resultados reproducibles, podríamos estar ante una de las revoluciones tecnológicas más profundas del siglo XXI. Hasta entonces, los “superpoderes cibernéticos” seguirán siendo una promesa tan fascinante como incierta.