La movilidad es un sector clave en nuestra transición ecológica. Sus elevadas emisiones de CO2 y de otros gases y partículas contaminantes nos obliga a repensarlo y buscar soluciones que, además, mejoren nuestra calidad de vida.
Si nos centramos en los desplazamientos realizados hacia y desde los centros de enseñanza descubriremos que conforman uno de los elementos más sensibles y complejos dentro de la movilidad. Esto se debe, en gran medida, a la vulnerabilidad de sus principales protagonistas, los niños y niñas, pero también al resto de los usuarios que intervienen en estos desplazamientos, como los mayores que los acompañan en su recorrido. Además, la concentración temporal de estos movimientos genera problemas puntuales de congestión en zonas próximas a los centros educativos, incrementando el ruido, la contaminación y la inseguridad.
El trayecto al centro educativo es una rutina diaria compartida por muchas familias, pero también una oportunidad para sembrar cambios profundos. ¿Y si educar sobre movilidad sostenible comenzara precisamente, moviéndonos de otra forma?
Según datos recopilados en el “Estudio dinámico de la movilidad escolar mediante tecnologías web de geolocalización” elaborado por la Universidad de A Coruña y la Universidad Complutense de Madrid, el 55% de los encuestados suelen ir en coche al colegio, a pesar de que solo el 17% lo considera su opción preferida. La dependencia del coche privado para trayectos escolares se ha normalizado, incluso cuando estos podrían hacerse a pie o en bicicleta. Frente a este escenario, la educación se convierte en una herramienta clave para transformar los centros educativos en núcleos activos de transformación, donde se repiense la movilidad.
Educación y movilidad, la simbiosis perfecta
Educar en movilidad sostenible no implica solo incidir en la educación vial. Es crucial enseñar a los niños y niñas que muchas acciones cotidianas tienen un impacto real en el entorno y mostrarles alternativas que cuidan de su salud y del planeta.
Desplazarse caminando o en bicicleta al colegio aporta beneficios evidentes como más actividad diaria, menor riesgo de enfermedades asociadas al sedentarismo y bienestar emocional. Pero, sus efectos positivos no acaban ahí, un menor número de coches en la entrada del colegio supone menos ruido, menos contaminación y más seguridad. Por otro lado, si aprovechamos el rediseño de rutas escolares para ganar espacio peatonal, aumentar las zonas verdes y hacer las calles más amables, estaremos transformando también el barrio.
Transformar la movilidad desde el proyecto educativo
El cambio, habitualmente, no se consigue con una actividad puntual. Estas acciones pueden servir como pretexto para sembrar esta transformación, pero integrar la movilidad de forma participativa y activa es lo que desembocará en una transformación más profunda.
Docentes, familias, personal no docente y actores externos tienen el potencial para colaborar e incluir la movilidad como un eje transversal del proyecto educativo: desde ayuntamientos que faciliten rutas escolares seguras hasta organizaciones o entidades que acompañen en los procesos de cambio. Algunas iniciativas que se pueden adaptar a diversos entornos son:
- Bicibús y pedibús: grupos organizados de niños que van en bici o caminando al colegio acompañados por adultos.
- Caminos escolares seguros: rediseño participativo del entorno escolar, priorizando peatones y bicis.
- Otro tipo de proyectos participativos: desde evaluar las dificultades del centro hasta mapear rutas escolares seguras con herramientas digitales.
Un futuro que se siembra cada mañana
Educar en movilidad sostenible también es educar en ciudadanía, salud y en los valores de respeto al medio ambiente. Los centros educativos son el lugar ideal para iniciar ese cambio por su naturaleza formativa y su gran capacidad de acción.
El objetivo no es solo ir caminando al colegio, sino que los alumnos comprendan el impacto de sus elecciones individuales, conecten lo cotidiano con lo global y puedan sentirse protagonistas del cambio.
Por eso, desde aquí lanzamos una invitación para repensar nuestra forma de movernos. Invertir en caminos escolares seguros, formar alianzas locales, abrir conversaciones reales e iniciar procesos participativos son algunas acciones que pueden llevarse a cabo. Se trata de construir, paso a paso, un entorno más saludable, justo y habitable.
Imaginemos una generación que no necesita aprender qué es la movilidad sostenible porque la ha vivido desde siempre, que entiende que moverse es también cuidarse y que, con cada paso, construye.