En 2016, Elon Musk, fundador de Tesla y propietario de la red social X, lanzó una advertencia lapidaria durante la Code Conference: “Los humanos corremos el riesgo de convertirnos en mascotas domésticas estúpidas para la inteligencia artificial”. En ese momento, pocos prestaron atención a su frase; hoy, nueve años después, los avances tecnológicos la han tornado inquietantemente profética.
Musk defendió entonces que en lugar de resistir el avance de las máquinas, los humanos deberían integrarse con ellas mediante una “tercera capa digital” que funcionase en simbiosis con el cerebro humano, similar a cómo interactúan la corteza cerebral y el sistema límbico.

Una predicción hecha realidad
Desde entonces, la Inteligencia Artificial ha evolucionado a ritmos acelerados, transformando industrias enteras. No solo automatiza procesos, también redefine el concepto de interacción humana. Lo que en 2016 fue recibido por algunos como una exageración hoy es un hecho empírico. La advertencia de Elon Musk se convierte en una llamada de atención sobre la urgentísima necesidad de regulación y debate social. La tecnología que él mismo impulsa cruza ahora la frontera de la ciencia ficción, y las decisiones que se tomen en esta década definirán si la humanidad se convierte en protagonista o espectadora frente a su propia creación.
Una década después de aquella predicción, Neuralink, empresa fundada por Musk en 2016 dedicada a interfaces cerebro-ordenador (BCI), ha logrado implantar su chip, bautizado como Telepathy, en el ser humano. En enero de 2024, Noland Arbaugh, un joven estadounidense paralizado desde 2016, se convirtió en el primer receptor humano del chip. La operación, realizada con precisión robótica, permitió que Arbaugh recuperara la capacidad de controlar un cursor en pantalla únicamente con sus pensamientos (control de ordenador, ajedrez, navegación…).
A pesar de un fallo inicial (el 85 % de los hilos del chip se retrajeron del cerebro en las semanas siguientes, reduciendo su funcionalidad) el equipo de Neuralink corrigió el software y restableció gran parte del rendimiento perdido. Arbaugh ha descrito el impacto como un cambio radical: ahora puede jugar videojuegos, aprender idiomas y navegar por internet con su mente, actividades impensables tras su lesión. Él mismo subraya que el chip no es propiedad de Elon Musk sino de “los científicos y la ciencia”.
El ideal que Musk presentó hace casi una década comienza a materializarse: la “tercera capa digital” que propuso ya existe y funciona. Neuralink ha logrado traducir señales neuronales en acciones concretas y actualmente prepara nuevos ensayos con pacientes paralizados y otras condiciones neurológicas. De hecho, la FDA autorizó en 2023 los estudios humanos y la compañía espera realizar varios implantes más durante 2025, con planes de escalar este desarrollo en masa hacia 2030.
Aunque los avances son prometedores, persisten dudas sobre la privacidad mental, la seguridad y la ética del acceso a datos neuronales. El profesor Anil Seth advierte que exponer los pensamientos y emociones a sistemas externos implica riesgos sin precedentes para la privacidad individual. Además, el debate sobre la concentración de poder tecnológico y político en manos de grandes corporaciones es cada vez más urgente.

Implicaciones para la movilidad eléctrica y la conducción del futuro
Aunque la aplicación directa en el sector de vehículos eléctricos es indirecta, este tipo de interfaces neuronales promete integrar la conciencia humana con los sistemas autónomos del futuro: control cerebral de vehículos, recarga inteligente y conducción asistida.
Las posibilidades de las interfaces cerebro-ordenador podrían transformar el sector del automóvil. En vehículos eléctricos autónomos o sistemas inteligentes de movilidad eléctrica, este tipo de chip permitiría una nueva forma de control cerebral intuitivo: abrir puertas, gestionar carga, ajustar prioridades de energía o intervenir en situaciones críticas sin necesidad de pulsar un botón. Estos avances podrían estimular la adopción masiva de sistemas integrados que mejoren eficiencia y experiencia de usuario en autos eléctricos.
Aunque aún no se aplican directamente en la automoción, el desarrollo de enchufes inteligentes, sistemas de carga predictiva y conducción asistida por IA se beneficiará de una relación más estrecha entre humanos e inteligencia artificial sinérgica. Musk ya ha manifestado su intención de actuar como puente entre su empresa de BCI y su visión global de movilidad sostenible: hacer que coches, carreteras y recarga formen parte de ecosistemas digitales cognitivos.