Entre los términos municipales de Torres de la Alameda y Villalbilla, al este de Madrid, está en tramitación un macroproyecto fotovoltaico que ocupa una superficie de unas 290 hectáreas y plantea instalar más de 155.000 paneles solares. La iniciativa es promovida en el marco de la transición energética, con el objetivo de aprovechar la radiación solar para generar energía renovable a gran escala. No obstante, la dimensión del proyecto ha despertado una fuerte contestación vecinal, que denuncia la “industrialización” de suelo rústico, el impacto paisajístico en una zona de valor ecológico (junto a los cerros del Viso y Zulema) y los efectos que ello podría tener sobre la biodiversidad, el paisaje y la calidad de vida local.
El planteamiento técnico del proyecto contempla la instalación de paneles fotovoltaicos en una zona que actualmente se entiende como corredor ecológico y paisaje agrario tradicional. El área, que está catalogada por los vecinos como “pulmón verde” del Corredor del Henares, anticipa una cobertura casi total del terreno con paneles que se extienden a menos de 1 km de núcleos urbanos y urbanizaciones existentes.

Los números clave del macroproyecto
La escala del proyecto es considerable. 290 hectáreas equivalen a casi 400-450 campos de fútbol y los más de 155.000 paneles previstos indican una macroplanta que va más allá del autoconsumo residencial o comunidades energéticas localizadas. El desarrollo se ubica en un espacio que albergaba uso agrario o rústico, y su transformación hacia una instalación fotovoltaica de tales dimensiones representa un cambio sustancial de uso del suelo. Según el comunicado vecinal, el proyecto “cubriría prácticamente toda la zona”.
El objetivo de la instalación es generar energía renovable en línea con los objetivos de descarbonización, contribuyendo al mix eléctrico a partir de la fotovoltaica, cuya competitividad ha mejorado en los últimos años gracias a menores costes de paneles y amortización más rápida de las inversiones. En España, el desarrollo de grandes plantas fotovoltaicas forma parte de las estrategias de implantación de renovables, aunque habitualmente bajo debates sobre su ubicación, impacto ambiental y territorial.
La oposición local se ha organizado a través de colectivos y comunicados públicos en los que se denuncia que no se rechaza la energía solar en sí misma, sino la ubicación concreta de esta macroplanta. Los vecinos señalan que la zona en cuestión actúa como corredor ecológico y espacio de esparcimiento para Alcalá de Henares, Villalbilla y las urbanizaciones circundantes, y advierten de que la transformación supondría “una industrialización masiva del suelo rústico con un impacto paisajístico, medioambiental y ecológico de dimensiones incalculables”.
Entre los principales argumentos de los detractores se encuentran: la proximidad de los paneles a viviendas, el aumento potencial del efecto “isla de calor”, la pérdida de hábitats agrarios o naturales, el desaprovechamiento de alternativas como tejados de naves industriales o solares degradados, así como la alteración irreversible del paisaje. A su vez, la Comunidad de Madrid ha anunciado medidas de contención para instalar fotovoltaica en suelo rústico, como reducir al 4 % el porcentaje del territorio para este tipo de desarrollos, en un intento de equilibrar renovables y protección del mosaico agrario-ganadero-forestal.
Claves para el sector de la movilidad eléctrica y fotovoltaica
Desde la perspectiva del sector de los vehículos eléctricos y las infraestructuras asociadas, este macroproyecto tiene múltiples implicaciones. En primer lugar, la producción de energía fotovoltaica a gran escala contribuye a dotar de electricidad renovable al sistema eléctrico, lo que a su vez favorece la recarga de flotas de vehículos eléctricos, sistemas de almacenamiento y otros usos electrificados. Sin embargo, la reducción de costes de instalación e integración con la red de distribución o transporte puede verse tensionada por la localización y la oposición social.
Para que la transición energética sea creíble, no basta con construir megaplanta solares: también es imprescindible seleccionar emplazamientos adecuados, compatibilizar con el uso del suelo, respetar los espacios naturales y asegurar la integración con el entorno urbano y rural. La movilidad eléctrica depende de una matriz energética descarbonizada, y proyectos como este pueden impulsarla, pero también generar resistencias que demoren la implantación.
El papel de la macroplanta entre Torres de la Alameda y Villalbilla será decisivo como indicador de la tensión entre expansión de renovables y planificación territorial en España. Si se aprueba y se construye, podría significar un fortalecimiento del aporte fotovoltaico y del suministro de energía limpia para la región de Madrid. Pero también condicionará cómo se plantean proyectos futuros en suelo rústico, qué medidas de mitigación ambiental y paisajística se requieren, y qué papel jugarán los ciudadanos en la toma de decisiones.