¿Qué tienen de bueno los combustibles sintéticos para que Europa (ahora) les dé el visto bueno más allá de 2035?

Para unos son una solución para salvar al motor de combustión y para otros complican la transición hacia los coches eléctricos. Una alternativa real mientras la UE revisa sus normas de emisiones.

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Tras la decisión de la UE, los combustibles sintéticos se abren camino en la industria. Chat GPT
19/12/2025 13:30
Actualizado a 19/12/2025 13:30

La Unión Europea se encuentra en un momento clave de su política automovilística. Tras años impulsando la reducción de emisiones, llegó a prohibir totalmente la venta de vehículos de combustión en 2035. Ahora, con el último giro de los acontecimientos, y la apertura de la mano para continuar con los motores de combustión, la gasolina encuentra un posible aliado inesperado: los combustibles sintéticos neutros en carbono, conocidos como e-fuels.

Estos combustibles,  que pueden operar en motores de combustión tradicionales sin modificar la mecánica, han reavivado el debate sobre si, en lugar de desaparecer, la tecnología térmica podría “salvarse” si se acompaña de un nuevo tipo de combustible más respetuoso y sostenible y, sobre todo, sin emisiones de CO2.

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La fabricación de e-fuels precisa de una gran cantidad de energía.

¿Qué son los e-fuels?

Los e-fuels son carburantes fabricados de forma artificial utilizando electricidad de fuentes renovables, agua y dióxido de carbono capturado del aire o de procesos industriales. Su objetivo es ser climáticamente neutros: al quemarse liberan CO₂ equivalente al que se capturó para producirlos, lo que reduce su huella de carbono neta. Además, según indica la eFuels Alliance, su compatibilidad con la infraestructura y los motores existentes ha generado interés entre fabricantes que buscan prolongar la vida útil de los vehículos de combustión interna.

Este planteamiento ha cobrado especial relevancia en un momento en que Bruselas revisa su postura sobre el veto a la venta de coches con motor de combustión a partir de 2035. La Comisión Europea ha propuesto que los fabricantes puedan disponer de un margen de flexibilidad del 10 % en las emisiones de CO₂ de sus flotas nuevas, medida que abriría la puerta a motores térmicos alimentados con soluciones como los biocombustibles, siempre y cuando se compensen con reducciones de emisiones en otros ámbitos de la fabricación.

Para algunos sectores de la industria, los e-fuels representan una opción estratégica para mantener el motor de combustión en el mercado europeo más allá de 2035. Argumentan que esta tecnología podría ser útil para aplicaciones específicas como vehículos clásicos, segmentos deportivos, maquinaria agrícola o zonas con infraestructura de recarga limitada, donde la electrificación es todavía compleja o costosa.

Sin embargo, la comunidad científica y muchos defensores de la movilidad eléctrica son cautelosos. Organizaciones como Transport & Environment señalan que no son necesariamente eficientes ni económicos para su uso generalizado en automóviles de pasajeros. Su producción requiere grandes cantidades de energía y su coste puede ser significativamente superior al de la electricidad directa utilizada por un coche eléctrico.

Además, los vehículos que usan e-fuels siguen emitiendo contaminantes como óxidos de nitrógeno (NOx) y partículas, lo que limita su impacto positivo en la calidad del aire urbano.

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La mayor ventaja de los combustibles sintéticos es su adaptación a los motores de combustión y a su red de suministro.

¿Pueden salvar al motor de combustión?

Los defensores de los e-fuels sostienen que estos combustibles podrían permitir que los motores tradicionales sigan siendo útiles en el futuro, ofreciendo una solución de transición amigable con el clima sin requerir la completa eliminación de estructuras e inversiones existentes.

El argumento se apoya en dos puntos principales: su compatibilidad con la infraestructura actual de estaciones de servicio y la posibilidad de que su producción crezca a medida que aumente la electricidad renovable disponible.

Sin embargo, críticos y analistas destacan varios límites. Por ejemplo, el proceso de producción de necesita una gran cantidad de energía, y gran parte de esa energía podría emplearse de manera más eficiente en alimentar directamente motores eléctricos, según estudios sobre eficiencia energética comparada.

También se señala que, incluso si el CO₂ liberado al quemarlos tuviera origen en fuentes renovables, otros contaminantes no desaparecerían, lo que puede mantener problemas de calidad del aire en zonas urbanas.

En términos económicos, los costes de producción y logística de los e-fuels son todavía muy superiores a los de los combustibles fósiles tradicionales o a la electricidad usada por vehículos eléctricos. Esto plantea dudas sobre su viabilidad comercial masiva sin incentivos o intervención estatal significativa.

Si bien los combustibles sintéticos podrían ofrecer una mayor variedad de opciones a los conductores cuando compran un coche. Además de los vehículos eléctricos, podrían mantener durante más tiempo una gama de coches térmicos mitigados por combustibles más limpios. Pero esa diversidad también podría generar incertidumbre sobre cuál es la mejor elección de compra a largo plazo, especialmente cuando la electrificación está avanzando rápidamente con modelos más asequibles y mejoras tecnológicas continuas.

Países con una fuerte tradición en motores de combustión, como Alemania e Italia, han defendido la inclusión de estos combustibles dentro del marco regulatorio, argumentando que su exclusión podría afectar a la industria local y a miles de empleos vinculados a la producción de motores térmicos.

Los defensores de la electrificación argumentan que concentrar inversiones en tecnologías eléctricas y en infraestructura de recarga acelerará la descarbonización efectiva del sector del transporte. Desde esta óptica, incluir e-fuels como opción normativamente válida más allá de 2035 podría diluir los incentivos hacia la electromovilidad y ralentizar la adopción de vehículos eléctricos.

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