El ‘rugido silencioso’ de las motocicletas eléctricas prometía ser la banda sonora de una revolución en India y en el mundo entero. Ola Electric, la startup fundada por el carismático Bhavish Aggarwal, se erigió como su principal abanderada. Sin embargo, detrás del brillo del ambicioso proyecto Future Factory de Bangalore y de las cifras récord de reservas iniciales, se acumulan sombras financieras y operativas que pintan un cuadro preocupante.
Ola Electric navega en aguas turbulentas, rozando un precipicio financiero que amenaza su futuro y sacude los cimientos del prometedor mercado eléctrico indio.

Una historia llena de contradicciones
Nacida en 2017 como subsidiaria de ANI Technologies (la matriz del gigante de ride-hailing Ola Cabs), Ola Electric irrumpió con una gran promesa: electrificar masivamente la movilidad en India, comenzando por las omnipresentes scooters. Su lanzamiento estrella, el Ola S1 en 2021, generó un hype sin precedentes.
Reservas por valor de más de 1.100 millones de dólares en apenas 24 horas catapultaron su valoración a niveles estratosféricos, rozando los 5.000 millones de dólares. La construcción de Future Ffactory, proclamada como la mayor fábrica de scooters del mundo en una sola ubicación, simbolizaba su ambición descomunal.
Pero la realidad operativa pronto empañó el sueño. Los primeros usuarios se toparon con una cascada de problemas: fallos de software persistentes, problemas de calidad en componentes y, lo más grave, una serie de incidentes de scooters prendiendo fuego espontáneamente. Estos siniestros, algunos capturados en vídeos virales, infligieron un daño severo a la reputación de la marca, forzando costosas retiradas voluntarias y erosionando rápidamente la confianza del consumidor, inicialmente muy alta.
La empresa se vio obligada a frenar su agresiva expansión para centrar esfuerzos en mejorar la calidad y la estabilidad del producto, una tarea compleja que consumió recursos y tiempo valiosos, desviando la atención del crecimiento puro.

Mientras intentaba domar sus problemas operativos, el panorama financiero de Ola Electric se deterioraba de forma alarmante. Los números revelan una situación crítica. Las pérdidas netas se dispararon un 90% interanual en el ejercicio fiscal 2023 (finalizado en marzo de 2023), alcanzando la abultada cifra de 1.472 millones de rupias (aproximadamente 136 millones de euros). Este vertiginoso aumento desde los 784 millones de rupias del año anterior es aún más preocupante al contrastarlo con los ingresos operativos.
Los ingresos operativos declarados para 2023 fueron de 2.782 millones de rupias (unos 257 millones de euros). Sin embargo, análisis más detallados, como los realizados por Bloomberg, sugieren que una parte significativa de estos ingresos provino de fuentes no operativas, principalmente subvenciones gubernamentales retroactivas del programa FAME II (Faster Adoption and Manufacturing of Electric Vehicles).Tras ajustar por estos ingresos extraordinarios, los ingresos reales derivados del negocio principal de venta de scooters podrían haber sido considerablemente más bajos, incluso inferiores a los 373 millones de rupias (ajustados) del ejercicio 2022. Esto apunta a una posible contracción del núcleo del negocio en un momento en que se esperaba crecimiento.
Los costes, por su parte, se dispararon sin control. El coste de los materiales vendidos (COGS) experimentó un incremento interanual del 187% en 2023, devorando cualquier margen de beneficio potencial. Los gastos de marketing y publicidad también se inflaron notablemente, reflejando la intensa batalla por mantener cuota de mercado en un entorno cada vez más competitivo y tratar de reparar la imagen dañada. Este cóctel de ingresos estancados o decrecientes y costes desbocados ha provocado una quema de efectivo acelerada, generando una necesidad constante y urgente de inyecciones de capital fresco para simplemente mantener las operaciones a flote.
La dependencia crítica de las subvenciones gubernamentales, particularmente del programa FAME II, se ha convertido en un talón de Aquiles. Una porción sustancial de sus ingresos declarados y su flujo de caja depende directamente de estos fondos. Cualquier reducción en el monto de las ayudas por vehículo, retrasos en su desembolso (problemas ya experimentados) o el endurecimiento de los requisitos de localización (como ha sucedido), impactan de forma inmediata y severa en la viabilidad financiera de la compañía. Su modelo económico actual parece insostenible sin este apoyo artificial externo.
La tormenta perfecta
La precaria situación actual de Ola Electric no es el resultado de un solo factor, sino de una confluencia de elementos negativos que se retroalimentan. La estrategia de hiper crecimiento mal gestionado, priorizando la velocidad de lanzamiento y las cifras de ventas por encima de la calidad del producto y la experiencia del usuario, resultó catastrófica. Los problemas iniciales, especialmente los incendios, dañaron profundamente y de forma duradera la marca.
Esto se vio agravado por fallos fundamentales en la ejecución operativa: problemas de calidad recurrentes (especialmente en baterías y sistemas de gestión térmica, así como en el software integrado), retrasos significativos en las entregas y un servicio postventa ampliamente criticado como deficiente e insuficiente, han seguido minando la confianza del consumidor, dificultando la recuperación.
El mercado, además, se ha vuelto muy competitivo. Rivales bien establecidos y nuevos actores han inundado el segmento de scooters eléctricos indio. La reducción y el ajuste de los subsidios del programa FAME II han eliminado parte del "colchón" financiero que permitía a Ola y otros mantener precios atractivos para el mercado masivo sin asumir todo el coste real.
Finalmente, la erosión de la confianza de los inversores es palpable. Las pérdidas masivas persistentes, los problemas operativos no resueltos y un entorno de capital riesgo más cauteloso dificultan enormemente la consecución de nuevas rondas de financiación a la escala y la elevada valoración que Ola Electric necesita para sobrevivir. Su última ronda significativa, de unos 240 millones de euros en 2023, se estima que se está agotando rápidamente ante el ritmo de quema de efectivo.

Oportunidades en medio del caos
A pesar del panorama, Ola Electric aún posee activos valiosos que podrían, en teoría, sustentar una recuperación. Mantiene una cuota de mercado líder en volumen en el segmento de scooters eléctricos en India, aunque este liderazgo es disputado mes a mes y está claramente erosionado.
Su Future Factory representa una infraestructura de producción masiva potencialmente poderosa; si se logra una gestión eficiente, altos volúmenes de producción estables y una mejora radical de la calidad, podría ofrecer las ansiadas economías de escala. La marca Ola, aunque dañada, conserva un enorme reconocimiento a nivel nacional. Y, sobre todo, el mercado indio de dos ruedas eléctricas sigue siendo uno de los más prometedores del mundo, impulsado por la enorme población, la necesidad de movilidad urbana asequible y las políticas gubernamentales de electrificación.
Su supervivencia pasa inexcusablemente por una reestructuración radical y urgente que debe incluir un control de costes extremo, un cambio de enfoque estratégico, priorizando la rentabilidad sobre el volumen de ventas a cualquier coste, una mejora radical, tangible y rápida de la calidad del producto y del servicio postventa y una nueva inyección de capital significativa
Por último, la compañía debe ejercer una cautela extrema en sus planes de diversificación. Su anunciada incursión en el mercado de coches eléctricos, presentada con gran fanfarria, parece ahora un lujo estratégicamente inalcanzable que desvía recursos críticos de su negocio principal. Centrarse en consolidar y hacer rentable el negocio de scooters es esencial para la supervivencia inmediata.