Con 30 CV y 47 km de autonomía, este Jeep de 1974 nació por la crisis del petróleo y hoy es uno de los coches eléctricos más raros del mundo

Jeep se adelantó casi 50 años a la era del coche eléctrico con el DJ-5E Electruck, un discreto vehículo destinado al servicio de correos con una historia tan rara como fascinante.

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Este Jeep eléctrico fue pensado para repartir cartas en barrios contaminados de Estados Unidos y Canadá.
15/11/2025 08:15
Actualizado a 15/11/2025 08:15

Con 30 CV y 47 km de autonomía, este Jeep de 1974 nació por la crisis del petróleo y hoy es uno de los coches eléctricos más raros del mundo. Se llama Jeep DJ-5E Electruck y, aunque parezca increíble, salió de fábrica casi medio siglo antes de que la marca lanzara su actual ofensiva de coches de cero emisiones. Fue un experimento muy concreto: un Jeep eléctrico pensado para repartir cartas en barrios contaminados de Estados Unidos y Canadá.

El proyecto nace directamente de la crisis del petróleo de 1973, cuando el precio del crudo se disparó y la industria del automóvil se vio obligada a buscar alternativas al motor de gasolina grande y tragón. American Motors Corporation (AMC), entonces propietaria de Jeep, encargó a su filial AM General el desarrollo de un vehículo de reparto que consumiera cero gasolina en uso urbano. El objetivo era reducir costes de combustible en rutas muy repetitivas y, de paso, mejorar la calidad del aire en las ciudades más afectadas por la polución.

Un banco de pruebas rodante para la tecnología eléctrica de la época

La base elegida fue el Jeep Dispatcher (DJ), la típica furgoneta postal con dos ruedas motrices, carrocería cúbica y volante a la derecha para que el cartero pudiera depositar el correo sin bajar del coche. Sobre esa estructura se eliminó todo rastro de motor de combustión y transmisión automática, y se montó un sistema de propulsión 100% eléctrico que daría lugar al DJ-5E, conocido comercialmente como Electruck. A simple vista parecía un Jeep de correos más, pero por dentro era un banco de pruebas rodante para la tecnología eléctrica de la época.

En el apartado técnico montaba un motor eléctrico de corriente continua de alrededor de 30 CV y un paquete de baterías de plomo-ácido de 54 voltios formado por 27 celdas y con una capacidad de unos 17,8 kWh alojado bajo el capó. Con esta combinación, el DJ-5E podía alcanzar unos 53 km/h de velocidad máxima y ofrecer alrededor de 47 km de autonomía útil, dejando un 20% de margen de batería al final de la ruta, tal y como midió el Servicio Postal de EE. UU. en un ciclo de 300 paradas y arrancadas.

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Solamente se fabricaron 357 unidades.

En 1974, estas cifras eran asombrosas y lo convertían en una herramienta perfectamente válida para repartos urbanos cortos. Eso sí, tenía truco. El conjunto de baterías pesaba en torno a 600 kilos, a los que había que sumar unos 120 kilos del motor eléctrico. El resultado era un Jeep que rondaba los 1.640 kg, unos 640 kg más que su equivalente de gasolina, y que necesitaba más de 20 segundos para llegar a 50 km/h. A cambio, ofrecía un detalle sorprendentemente moderno para la época: frenada regenerativa, capaz de recuperar algo de energía en las deceleraciones y alimentar también el sistema eléctrico de a bordo a 12 voltios.

Pese a sus limitaciones, la NASA incluyó el DJ-5E en un programa de evaluación de vehículos eléctricos en 1977 y lo calificó como lo más avanzado de la tecnología disponible en ese momento. El Servicio Postal de Estados Unidos realizó un análisis detallado de rutas y concluyó que, en trayectos bien planificados, los Jeep eléctricos podían cubrir el reparto diario con un margen razonable de carga, circulando en torno a 35 km/h y terminando con ese 20% de batería en reserva.

357 unidades fabricadas y unos pocos supervivientes

Con estos datos encima de la mesa, el USPS adquirió 352 unidades del DJ-5E en 1974 para repartir el correo en ciudades con graves problemas de contaminación, mientras que Canada Post compró otras 5, hasta un total de 357 unidades fabricadas. Aunque cada coche costaba aproximadamente el doble que una versión de gasolina, los cálculos internos aspiraban a que, en un horizonte de diez años, el coste total de uso fuese alrededor de un 10% inferior gracias al ahorro en combustible y mantenimiento.

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El interior de la época muy sencillo, con apenas un asiento, volante y pedales.

Sin embargo, la realidad logística se impuso. Las pruebas de campo mostraron que la autonomía se desplomaba con el frío, algo especialmente crítico en Canadá, y que los paquetes de baterías tenían una vida útil de unos 300 ciclos de carga antes de empezar a degradarse de forma preocupante. A esto se sumaba la velocidad limitada y la necesidad de diseñar rutas casi al milímetro para no dejar al cartero tirado. El resultado fue que este Jeep eléctrico se mantuvo en servicio hasta principios de los años 80, pero el programa no se amplió y el USPS acabó apostando por otros vehículos.

Cuando esos Jeep eléctricos fueron retirados, la mayoría acabó desguazado o abandonado. Hoy se cree que solo sobrevive un puñado de unidades en todo el mundo. Una de las más conocidas es un DJ-5E de Canada Post restaurado por el canadiense Glen Burgess, que varias fuentes citan como “quizá el último superviviente” de los 352 fabricados para el servicio postal estadounidense y sus cinco hermanos canadienses.

En el escasísimo mercado que existe para este modelo, las pocas unidades que afloran lo hacen de forma muy puntual. En 2018, por ejemplo, un Jeep DJ-5E de 1976 apareció en la web especializada Barn Finds, anunciado en eBay con una puja de salida de 5.200 dólares (unos 4.500 euros) y necesidad de montar un nuevo juego de baterías. El propio artículo lo definía como un vehículo “rarísimo” y más cercano a una pieza de museo o de coleccionista que a un coche de uso cotidiano, precisamente por su autonomía de apenas 47 km y su peculiar configuración con volante a la derecha.