Europa es muy ambiciosa en su estrategia de electrificación, pero los problemas se acumulan. Si bien el Viejo Continente ha determinado poner una fecha límite a la venta de coches de combustión, en el año 2035, por el momento no ha sabido solucionar algunos problemas que están matando a la industria del automóvil continental. Por un lado están los chinos y por otro los estadounidenses, ambos con un enorme potencial económico y productivo. Ante este panorama, las vitales fábricas de baterías no llegan a Europa, de hecho se van. La última marca en deshacer sus planes ha sido Tesla, que reducirá sus objetivos para la Gigafactoría de Brandemburgo.
La planta alemana, inaugurada hace menos de un año por el mismo Elon Musk, tenía programado empezar la producción de módulos de batería este mismo año. De esta forma, la factoría alemana sería independiente de otras fábricas y, de paso, daría un pequeño empujón a Europa en materia de autoproducción de baterías para coches eléctricos. Con una capacidad (según los planes iniciales) de hasta 50 GWh por año, las actividades se reducirán a la producción de unos pocos componentes para la instalación en el Tesla Model Y, el único modelo que se fabrica actualmente entre sus muros.
"Tesla ha comenzado la producción de sus sistemas de baterías en Grünheide y se está preparando para fabricar componentes de celdas de batería. La compañía ha priorizado más pasos de producción en Estados Unidos porque los incentivos fiscales hacen que las condiciones comerciales sean más favorables allí", ha explicado el Ministerio de Economía de Brandeburgo en un comunicado.
Con la producción ya en marcha, Tesla ha decidido que la Gigafactoría de Brandenburgo no disfrutará de sus nuevas y avanzadas instalaciones porque las celdas de las baterías se seguirán importando de Estados Unidos. En los últimos meses, la compañía y el gobierno de Joe Biden han estado en un tira y afloja. La Ley de Reducción de la Inflación presentada por el presidente americano ha supuesto un duro varapalo para los intereses europeos. Los fabricantes americanos disfrutarán de importantes beneficios fiscales, pero sólo si llevan la producción a Norteamérica. Obviamente muchas empresas han dicho que sí, incluso algunas europeas.
Hace apenas unos días supimos que el mayor fabricante de baterías para coches eléctricos en Europa había sido tentado por las políticas americanas. Northvolt tenía ambiciosos planes para construir una nueva factoría en Alemania, pero de pronto paralizó toda decisión a la espera de poder escuchar los atractivos beneficios que llegaban desde el otro lado del charco. Finalmente parece que la empresa sueca va a aceptar las condiciones de Estados Unidos y centrará allí gran parte de su actividad. Caso muy similar al que vivimos ahora con Tesla en Brandenburgo.
Por el este, los chinos siguen atacando los intereses comerciales europeos. China sabe que tiene entre sus manos el mayor entramado productivo del mundo. Sus factorías se cuentan por decenas y la mano de obra no falta, al igual que tampoco escasean los componentes. Un estudio ha desvelado que Europa necesita una gran inversión de 268.000 millones de euros para no depender de China. Otros informes vaticinan años muy duros para el sector en Europa. La dependencia asiática es cada vez mayor y las políticas americanas frustran la llegada de inversores. La Unión Europea necesita un plan de incentivos y lo necesita con urgencia o dentro de poco no habrá vuelta atrás.
