En la séptima edición del evento llamado Panda a Pandino celebrado en Italia entre el 19 y el 22 de junio, se celebró el 45° aniversario del Fiat Panda. Entre los vehículos más curiosos que se pudieron ver está el que puede considerarse el coche eléctrico más estrecho del mundo. Con tal solo 19 pulgadas de ancho (48,26 cm), este microcoche eléctrico bautizado como “Panda for one” es obra del mecánico italiano Andrea Marazzi.
Un vehículo que rompe moldes por su sencillez y sobre todo por la inteligencia que demuestra su constructor. De un vibrante color azul celeste, su estética bidimensional evoca el trazo de un dibujo animado y apunta a ‘lo más estricto’ en la movilidad urbana minimalista.

Así es por dentro y por fuera el ‘Panda for one’
El habitáculo, reducido a la mínima expresión, acoge un único asiento delantero y un diminuto respaldo trasero pensado solo para un niño o, en su defecto, como espacio de almacenamiento. La carrocería, adaptada a partir de un viejo Panda desguazado, ha sido modificada con precisión milimétrica: solo una puerta lateral permite el acceso, y elementos tradicionales de la marca como el volante de Fiat, las ventanillas manuales y los espejos retrovisores han sido reutilizados, confiriendo al microcoche un aire de familiaridad que contrasta con su esbeltez.
Para la propulsión, el motor eléctrico de baja potencia garantiza las funciones básicas: avance, retroceso, giro y frenado. Su velocidad máxima no supera la de un ciclomotor, por lo que queda fuera de los límites de circulación convencional, pero esa limitación no resta mérito a su ingenio. La elección de un propulsor eléctrico responde al deseo de Marazzi de combinar sostenibilidad y creatividad técnica, demostrando que incluso el vehículo más extremo puede prescindir de la combustión interna.
Marazzi, cuyo apodo “Tutti pazzi per Marazzi” ya circula entre los aficionados a las reconstrucciones automovilísticas, ha conseguido dar nueva vida a un Panda obsoleto gracias al empleo de piezas de recambio y soldaduras precisas. El proyecto atrajo a entusiastas de toda Europa —Alemania, Francia, Austria, Suiza y Portugal— y se convirtió en sensación viral, recibiendo elogios por su artesanía y originalidad.
Aunque impracticable para el uso diario, su repercusión mediática pone de relieve la vigencia del Panda como icono de la movilidad popular. El original nacía en 1980 como un utilitario accesible y versátil. Casi medio siglo después, Stellantis vende un ‘heredero’ de este modelo con el Fiat Grande Panda.
Pero este microcoche subraya la adaptabilidad infinita de aquel concepto. El ‘Panda for one’ reinterpreta la filosofía de libertad y ligereza que encarnó el modelo clásico: apenas ocupa espacio, podría caber fácilmente en un hueco de aparcamiento para motocicletas, y demuestra que, en el terreno de la movilidad eléctrica, las fronteras entre vehículo utilitario y obra de arte pueden difuminarse.
El éxito de Marazzi llega en un momento en que el sector del automóvil explora sin cesar nuevas líneas de innovación. Mientras los grandes fabricantes se concentran en turismos eléctricos de altas prestaciones y tecnologías de conducción autónoma, pequeños talleres como el de Pandino recuerdan que la creatividad y la pasión siguen siendo motores insustituibles. Proyectos artesanales como este no solo celebran hitos conmemorativos, sino que también inspiran a diseñadores e ingenieros a repensar los límites de lo posible.

De cara al futuro, Andrea Marazzi sugiere que su micro-Panda podría servir de banco de pruebas para futuras innovaciones en vehículos ultracompactos de reparto urbano o transporte personal de última milla. Con una estructura más ligera y una huella mínima en la vía, estos proyectos podrían complementarse con baterías de mayor densidad o sistemas de energía solar integrados, ampliando la autonomía sin sacrificar espacio público ni recursos.