El pasado 1 de julio, Elon Musk desveló un nuevo desafío para la industria eléctrica tradicional. Un megaproyecto con el que pretende construir una planta fotovoltaica de 160 × 160 km en suelo estadounidense que, según sus cálculos, bastaría para cubrir todo el consumo eléctrico nacional, aprovechando la energía del Sol, al que define como un “reactor de fusión gigante en el cielo”.
El proyecto, presentado durante una charla con inversores y seguidores de Tesla y SpaceX, se apoya en la experiencia solar y de almacenamiento de Tesla, SolarCity y las baterías Megapack. Parte de un simple argumento: “Esa cosa simplemente funciona”, dijo Musk en referencia al Sol, reclamando que la humanidad apenas explota su potencial.

De SolarCity a una planta del tamaño de una comunidad autónoma
Musk no parte de cero. En 2016, Tesla adquirió SolarCity por 2.600 millones de dólares para integrar generación solar y almacenamiento doméstico bajo un mismo paraguas corporativo.
Aquella operación, criticada entonces por conflicto de intereses, sentó las bases del negocio energético de Tesla, que hoy factura más de 7.000 millones de dólares anuales y crece al 52% interanual, impulsado por sus baterías Megapack y los sistemas Powerwall.
La cifra elegida, 25.600 km², equivale aproximadamente a toda la provincia de Guadalajara, en España, y supera en 4.300 km² la superficie de Andalucía dedicada a cultivos de cereal.
Una planta solar de esa escala exige almacenamiento diurno‑nocturno: ahí entran los proyectos Megapack. En California, PG&E ya opera un sistema de 182,5 MW y 730 MWh con 256 unidades Tesla que vierte energía en las horas punta. Fuera de EE UU, el Hornsdale Power Reserve australiano (150 MW/193 MWh) demostró que estos sistemas de almacenamiento pueden aportar servicios de inercia a la red y ahorrar 150 millones de dólares a los consumidores en dos años.
La clave de un megaproyecto: la viabilidad económica (y la regulación)
Construir 25.600 km² de paneles costaría cientos de miles de millones, pero el desplome del precio fotovoltaico (un 89 % desde 2010) y la producción en masa prevista por Tesla avalan, según Musk, un retorno a medio plazo. El obstáculo no es solo financiero: la macroplanta exigiría acuerdos interestatales sobre uso del suelo, conexión a la red y compensaciones medioambientales comparables a la tramitación de un parque nacional.
Expertos en redes recuerdan que la interconexión de tan vasta instalación requeriría refuerzos de transmisión y control inteligente para evitar congestiones y picos de tensión.
Musk apuntó que la idea es replicable en regiones de insolación extrema, como el desierto del Sahara o el de Atacama, siempre que se instalen líneas HVDC para transportar la electricidad a largas distancias. Modelos elaborados por operadoras de redes europeas ya plantean corredores solares‑eólicos entre el norte de África y la península ibérica a partir de 2030, lo que abre la puerta a consorcios público‑privados con Tesla u otros fabricantes.

Elon Musk quiere cerrar el círculo del coche eléctrico
Para el sector del coche eléctrico una planta de estas dimensiones y esta capacidad energética tiene múltiples implicaciones. Supondría la posibilidad de una carga limpia y barata basada en un a red dominada por solar a gran escala que abarataría el kWh, reduciendo el coste total de propiedad de los coches eléctricos.
La posibilidad que ofrece la tecnología del coche eléctrico del almacenamiento bidireccional hace que las baterías estacionarias y las de los propios vehículos podrían actuar como respaldo a la red, algo que Tesla ya prueba con su programa Virtual Machine Mode en Australia.
Por último, con la sostenibilidad de la cadena de valor que integra generación y almacenamiento, Musk busca recortar la huella de carbono de la producción de baterías y coches, un punto clave en las futuras normativas europeas.
Los próximos pasos para este proyecto no están definidos, ni por calendario ni por ubicación. Musk anticipó que la decisión dependerá de alianzas públicas y privadas y de la agilidad regulatoria de los estados anfitriones. Los analistas advierten que la magnitud del proyecto puede chocar con la oposición local y los costes de transporte de electricidad. Sin embargo, la experiencia de proyectos de batería a escala y la rentabilidad creciente del negocio energético de Tesla dotan de credibilidad a la propuesta.