El gran problema del coche eléctrico no está en la autonomía, sino bajo tierra

El el coche eléctrico choca contra unos límites invisibles. El dilema de la industria automovilística no está en autonomía, sino en como proporcionar a los vehículos la electricidad para aprovecharla.

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El reto al que se enfrentan los coches eléctricos del que no todo el mundo se da cuenta. Grok
11/06/2025 15:30
Actualizado a 11/06/2025 15:30

Mientras el debate sobre el coche eléctrico se centra en la autonomía, un obstáculo clave permanece oculto… bajo tierra. El verdadero desafío para la electrificación del transporte no radica tanto en cuántos kilómetros pueda recorrer un vehículo con una sola carga, sino en la infraestructura eléctrica subterránea que sostiene toda la red de recarga.

Desde la capacidad de los transformadores hasta la densidad de cables y subestaciones, España debe afrontar una compleja ‘batalla bajo tierra’ para que el coche eléctrico deje de ser privilegio de quienes pueden recargar en casa y pase a estar al alcance de todos.

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La red de recarga debe expandirse con puntos de alta potencia en las estaciones de servicio.Híbridos y Eléctricos

Crecimiento de la red sí, pero ¿a qué precio?

Según AEDIVE, a cierre de mayo de 2025, España contabilizaba 46.684 puntos de recarga públicos operativos, un incremento del 2,9% respecto al año anterior. Sin embargo, este crecimiento en números encubre un entramado subterráneo de capacidad limitada. Cada nuevo punto de carga exige una conexión al sistema de distribución, que en muchas ciudades ya opera al límite de su tensión y potencia contratada.

Desde marzo de 2025, los operadores eléctricos deben informar mensualmente sobre la capacidad de acceso disponible en cada nodo de alta tensión (1 kV en adelante) para plantas solares, parques eólicos y estaciones de recarga. Pese a ello, la instalación de cargadores, especialmente rápidos y ultrarrápidos, se atasca en procedimientos administrativos: permisos, licencias y obras que pueden dilatarse de 10 meses a tres años. Este retraso no solo frena proyectos privados, sino que desincentiva la inversión en zonas donde la red no puede asumir nuevos consumos.

La distribución desigual de la red de recarga agrava el problema. Aunque el Gobierno afirma que el 99 % del territorio está a menos de 50 km de un conector, sólo cuatro comunidades, Cataluña, Madrid, Comunidad Valenciana y Andalucía, concentran el 60% de los puntos.

Extremadura, Asturias o Cantabria quedan rezagadas, obligando a sus conductores a recorrer decenas de kilómetros para encontrar un enchufe y, en muchos casos, descubriendo que más del 25% de esa infraestructura no funciona por falta de mantenimiento.

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Hoy en día, salvo excepciones, un viaje en coches eléctrico precisa de más planificación que en uno de combustión.

Lo que la red eléctrica necesita para soportar la demanda

La península ibérica sufrió en abril un apagón que dejó sin suministro a 55 millones de personas durante más de 12 horas, con una pérdida de carga de casi 12.759 MW en España. Aunque aquel incidente no afectó directamente a los puntos de recarga, revela la fragilidad de un sistema que debe integrar cada vez más consumidores: hogares, industrias y, sobre todo, estaciones de carga de alta potencia. El riesgo de saturación es real si no se refuerzan líneas subterráneas y transformadores.

La escasez de puntos rápidos sigue siendo una espada de Damocles para la movilidad eléctrica. Actualmente hay entre 3 y 10 cargadores rápidos por cada 1.000 habitantes en algunas regiones, muy por debajo de países como Francia o Países Bajos. Sin una red subterránea capaz de soportar la demanda simultánea de todos los vehículos eléctricos previstos, esas electrolineras no pueden desplegarse con garantías.

Para el conductor de a pie, todo esto se traduce en colas en las estaciones de recarga (que ya se han producido puntualmente), tiempos de espera prolongados y ansiedad por la recarga. A nivel empresarial, las flotas de reparto y autobuses eléctricos requieren puntos de carga fiables, pero a menudo se topan con subestaciones saturadas.

Así, la transición energética corre el riesgo de quedarse coja: la infraestructura subterránea es la columna vertebral que debe sostener el auge de los vehículos eléctricos.

Iniciativas y soluciones que ya están en marcha

Ante este reto, los grandes operadores han impulsado la creación de una Asociación de Operadores de Recarga Ultrarrápida (AORU) para agilizar trámites y coordinar proyectos de recarga rápida. Por su parte, Red Eléctrica de España trabaja en monitorizar en tiempo real la capacidad disponible en la red y planificar refuerzos subterráneos donde sea más necesario. Además, el Gobierno prepara una ventanilla única digital para reducir plazos y mejorar la transparencia en licencias.

Los especialistas coinciden en que la clave está en combinar renovables, almacenamiento y refuerzo de líneas de media y baja tensión bajo tierra. Invertir en nuevas subestaciones urbanas, mejorar la interoperabilidad de los sistemas de carga y fomentar el autoconsumo con recarga bidireccional (V2G) permitirá equilibrar picos de demanda y descargar la red en horas punta.

De ahora en adelante, el gran problema del coche eléctrico no será ya la autonomía en carretera, sino la capacidad subterránea para llevar la electricidad hasta el enchufe. Desde los cables soterrados hasta las salas de transformación, solo con una red sólida y modernizada garantizará que los vehículos eléctricos puedan recargar de manera rápida, segura y universal, sin importar la ubicación geográfica. Ese es el auténtico “combustible” que necesita la movilidad eléctrica para desbancar al motor de combustión.