Aunque la disputa sobre el coche eléctrico versus el coche de combustión es el centro de atención de conductores, asociaciones, políticos y fabricantes en Europa, el problema real es mucho más preocupante. El verdadero riesgo para el Viejo Continente es que cada vez menos conductores tienen acceso a un coche nuevo. Mires donde mires -en cualquier país de Europa- la edad media del parque de vehículos se ha disparado a lo largo de los últimos años. Con los precios de los coches nuevos creciendo cada vez más, Bruselas cree haber encontrado la solución a todos los problemas, aunque en realidad no lo es.
Europa está a punto de cambiar de rumbo, una vez más. La Comisión Europea busca fórmulas con las que apoyar una de sus industrias clave, la automoción. Desde el estallido de la pandemia de la COVID-19 el mercado automovilístico ha sufrido grandes caídas. Poco a poco las ventas se han ido recuperando, pero la dura realidad es que cada vez menos conductores tienen acceso a un coche nuevo y mucho menos eléctrico. La realidad económica de los hogares europeos choca de frente con las políticas de movilidad que Europa lleva años promoviendo y que solo ha generado más conflicto, dudas y, lo que es peor, la introducción de más rivales procedentes del este.

Cada vez hay menos dinero para comprar un coche
Bruselas necesita actuar. Empresas y diferentes gobiernos del espacio comunitario han ejercido mucha presión para revertir la normativa que impedía vender coches de combustión a partir del 1 de enero de 2025. Tal y como han podido averiguar fuentes españolas, La Comisión reconoce “una tendencia generalizada de aumento de precios de los vehículos en toda la Unión Europa, lo que está alejando progresivamente el acceso a la propiedad de un vehículo privado”. Tras esas declaraciones se esconde un secreto incluso más oscuro: la capacidad adquisitiva de los conductores europeos ha mermado.
Desde el pasado mes de septiembre, la Unión Europea trabaja en una nueva normativa que alargará la vida de la combustión y, de paso, creará nuevos reglamentos que favorecerán la creación y aparición coches eléctricos pequeños y de precio razonable. Lo que popularmente conocemos como los ‘kei-car’ japoneses. Coches que la industria lleva tiempo reclamando para así poder actuar en las bases de la movilidad e ir creciendo poco a poco, de forma natural, con el paso del tiempo. Todavía no hay una agenda oficial, pero se da por hecho que Europa facilitará la llegada de este tipo de vehículos.

Ahora, Bruselas propone introducir ese concepto en la legislación "sobre vehículos de motor que pueda utilizarse para medidas específicas en la normativa de la UE y por los Estados miembros". "Esto aportaría simplificación para las empresas, reforzaría la viabilidad económica de fabricar pequeños vehículos eléctricos asequibles de forma rentable en Europa y reduciría el precio para los consumidores", añade el documento al que ha tenido acceso las ya citadas fuentes. Los fabricantes japoneses corren con ventaja al contar con una larga experiencia en este tipo de vehículos. También BYD, que acaba de presentar su primer kei-car eléctrico exclusivo para Japón, el BYD Racco.